Hablar en perspectiva de lo que significó la evolución histórica de las naciones en el contexto de las divergencias sociales, culturales y económicas, significa establecer quizá cuáles fueron las vicisitudes que precedieron nuestra actualidad, de la mano de los logros alcanzados en el tiempo y en ese orden la pertinencia al establecer varios momentos que sellaron ese camino trazado por décadas en el devenir de nuestra humanidad.
Poco antes de la mitad del siglo XX, hubo una escalada de episodios sombríos marcados por una cruda guerra a nivel mundial, situación vivenciada por miles de personas, la cual fue el inicio de un éxodo de terror y eugenesia, siendo uno de los absurdos tópicos, la búsqueda de la perfección en el ser humano, a través de una falacia de corrección biológica y psicológica, capaz de aturdir la sociedad del momento, generando grandes brechas sociales, culturales y económicas, siendo precisamente lo que en primera instancia se pretendió proteger, predicando una mejora cualitativa de la población por medio de políticas raciales.
Ese momento marcó una era de desesperanza y espanto pero también una oportunidad sin igual al consolidar derechos a favor de la humanidad que hasta ahora eran solo utopías o quimeras.
La enfermedad que trepo en las conciencias europeas estuvo precedida por regímenes políticos que acabaron con poblaciones enteras; hacer un paralelo entre esa época oscura y la actual, es enfrentar las nuevas pestes o plagas con el vaticinio presente de la muerte, ese augurio constante de pandemia y en razón a ello las múltiples respuestas de la sociedad por medio de poderes supremos envestidos de autoridad, siendo su potestad en ocasiones cuestionada por la misma ingobernabilidad y la corrupción, incluso como referencia de tantos in-valores que cohabitan en Estados Sociales de Derecho.
En razón de la ausencia de colectividades, o al menos del interés que suscitan las masas y aglomeraciones, las cuales son propias en tiempos de crisis, de canales que permitan sociedades movilizadas en nombre del interés general, permitiendo una comunicación abierta y volitiva como instrumento esencial, así es como se percibe el túmulo de situaciones que nos están aquejando como sociedad que es propia de los sucesos colaterales a nivel mundial, afectando directamente los ordenes establecidos en el tiempo, obligando a las sociedades modernas a actuar conforme al cambio estrepitoso de las legislaciones domesticas de cada pueblo, escenario que abre aún más la puerta de los paradigmas de los lenguajes del nuevo derecho con la búsqueda de un conocimiento que apele exclusivamente a la experiencia indudable e indiscutible, carente de hipótesis que fortalezca los modelos conceptuales del mundo ya conocidos y ahí es donde es imperioso hablar de nuevos modelos de responsabilidad social, los cuales pueden materializarse a través del control social como una atribución que podemos ejercer bajo el contexto de la prevención y el individualismo como fuente de conciencia, determinando los elementos que componen una sociedad, pues en virtud de la forma de comportarnos en sociedad, son los resultados de nuestras acciones.
El derecho está llamado a cambiar y a mutar después de la pandemia y más aún detrás de los acontecimientos que hicieron resbalar el mundo; la virtualidad, la perspectiva de la prisión, las transformaciones y garantías individuales, la economía y la política en general deben ser permeadas por nuevos lenguajes de vanguardia que no afecten el interés privado ni el colectivo, con el fin de acompañar el cumplimiento de los fines del Estado, promoviendo y alcanzando la realización de los derechos de forma plena y avanzada.