Llamamos miedo a un sistema de alarma de nuestro cerebro que se activa cuando detecta una posible amenaza, real o supuesta, Presente, futura o incluso del pasado.
Tu cerebro reacciona de igual manera ante lo real y lo imaginario debido a que tus recuerdos y visualizaciones pertenecen a lo imaginario, pero son vividos como reales.
El miedo constituye un mecanismo de supervivencia el cual permite a las personas responder ante situaciones adversas con rapidez, aún así, es uno de esos estados emocionales que hacen que el mundo se detenga y que todo lo demás quede en espera hasta que el peligro sea resuelto de alguna manera.
Cualquier otro estado emocional puede ser pospuesto, el miedo no.
¿Porqué sentimos miedo?
El estudio de las bases neuro-biológicas del miedo se ha centrado en una región concreta del cerebro llamada la amígdala; la cual es una pequeña estructura alojada en el seno del sistema límbico, es decir, nuestro cerebro emocional, encargado de manejar nuestra vida emocional y afectiva. Además, juega un papel muy importante en nuestra memoria así como para la toma de decisiones.
También es clave en la búsqueda de detección de señales de peligro. Hasta el más mínimo estímulo amenazante la pone en marcha.
Si se producen desbalances en esta área podríamos sufrir de trastornos de depresión, agresividad, pérdida de la memoria entre otras enfermedades. Personas con lesiones en esta área del cerebro tienen dificultad en reconocer expresiones de miedo en otras personas.
¿Alcanzas a imaginar cómo sería tu vida sin emociones?
Miedo, alegría, tristeza asco, sorpresa, son emociones que dan color a nuestros estados de la mente e influyen en nuestras conductas.
Los pensamientos y las emociones humanas son verdadera energía en movimiento y los seres humanos, cuando nos vemos enfrentados a la necesidad de hacer cambios y salir de la zona de confort para avanzar hacia la zona de potencial está generando temores, precisamente porque la invitación es a abandonar la zona de comodidad, de lo conocido y de lo que te ha generado seguridad.
Cuando nos enfrentamos a estas situaciones se agudizan los temores. Y se expresan en pensamientos y reacciones corporales que son percibidas como amenazantes de este modo todas estas sensaciones del cuerpo percibidas como displacenteras son mensajes que el cuerpo envía con la finalidad de protegernos, de evitarnos dolor y sufrimiento, el cuerpo nos habla y no miente, es muy importante procesar estas señales con una mirada del presente.
Todos los seres humanos sentimos miedo, lo que marca la diferencia es la forma como se afronta. Hoy te invito para que escuches tu cuerpo, tus miedos y a que los enfrentes. ¡Ármate de valor!
Ten en cuenta que estás primeras expresiones de temor surgieron por primera vez casi siempre en la infancia o en momentos de vulnerabilidad. Toda esta información quedó grabada a nivel corporal y se activa cuando una nueva situación es parecida a la original y no quiere decir que su vivencia anterior sea igual a la situación presente.
Reflexiona en lo siguiente;
¿ En qué acciones te tienes que esforzar por qué son incómodas para ti?
La gran mayoría de nuestros miedos se van cuando los enfrentamos. No te dejes vencer por el temor, el miedo paraliza, esa sensación de angustia provocada por la presencia de ese peligro bien sea real o imaginario, ese sentimiento de desconfianza que te impulsa a creer que ocurra un hecho contrario a lo que desea te roba la paz, te limita, te roba la posibilidad de ir tras algo mejor.
Desde la óptica del cristianismo hay un versículo bíblico que enseña lo siguiente,
en Mateo 14:30-31
30 Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame!
31 Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudas?
El versículo nos enseña que tenía miedo. Mientras Pedro tuviera los ojos y la fe fijos en Cristo, el elemento líquido no cedía a sus pasos; pero en el momento en que vuelve sus pensamientos sobre sí mismo, su propia debilidad y la violencia de los vientos y las olas, comienza a perder la confianza y por eso a hundirse. De nuevo su fe lo salva; Invoca al Señor, que extiende su brazo y lo agarra.
Por su confianza en Dios, aprendemos lo que podemos hacer con la ayuda divina; y por su temor, lo que somos de nosotros mismos: también, que nadie recibe de Dios la fuerza que necesita, pero el que siente que por sí mismo no puede hacer nada.
Sucede exactamente igual en la vida cotidiana, el miedo nos hunde. Recuerda que todo lo que quieres está al otro lado del miedo. “Reconoce tus temores, Confía en lo divino, espera siempre lo mejor, escucha tu cuerpo, eres más grande que tus miedos.”
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