Ya estamos bien adultos como para no entender este proceso de la constitución y sus poderes, las leyes electorales y el desempeño de cada uno en su estaca.
Si usted llegó ayer, entonces a ubicarse y a estudiar a que tierra llegó. Si tiene un tiempo prudencial y puede ser parte de los que deciden con el voto, es bueno que tome clases de como funciona el sistema federal y cuales son sus deberes y obligaciones antes de ponerse de frente a exigir derechos, derechos que ya tiene por montones y que están garantizados por una constitución que nació el 4 de julio de 1776. Los deberes hay que cumplirlos primero antes de exigir derechos.
Con muchas enmiendas y desarrollo esta constitución sigue evolucionando y sigue siendo motivo de debate para los nuevos legisladores de todos los niveles locales, estatales y federales. Hoy más que nunca los temas constitucionales están siendo parte del diario vivir. Los poderes ejecutivos cada uno en su línea harán lo que tengan que hacer, y los poderes judiciales y legislativos harán lo que deben hacer. Los constituyentes ya dimos el poder a los poderes, ahora a trabajar. Estaremos muy atentos comiendo uña ya que las cosas están en su momento álgido, como debe de ser en un país con muchos sectores e intereses.
Un listado de tareas fueron muy bien expuestas en campañas reñidas. Los votantes interpretaron dichas propuestas y debieron sopesar que irían más allá, por que según como se enfrenten los poderes, las decisiones serán de mayor envergadura. El resultado bajo la ley deberá ser acatado y el período deberá seguir su curso para el que el supremo votó.
Al entrar en temas presentes sobre las situaciones que cada 4 años se generan con las nuevas administraciones, producto del ejercicio de la democracia, necesitamos saber nuestra propia historia como electores.
Desde que inicié esta columna editorial he mantenido una coherencia sobre el papel de nuestra comunidad latinoamericana tan diversa y tan viajera. Los europeos que tomaron muy en serio los procesos históricos de cambio de país, de colonización o conquista, de migración o de destierro. Ellos tomaron tan en serio su migración que incluso sometieron a los ya establecidos como tribus fundadoras de estas inóspitas tierras.
Parte de esa historia de movilizaciones humanas a través del globo terráqueo los que vinieron antes por milenios dejaron su huella como dueños temporales de un territorio y fueron llamados nativos. Luego otros vinieron y con fuerza, tecnología e invenciones implantaron su impronta y legaron a sus generaciones venideras un país que no iba a parar ni a quedarse estancado en el tiempo.
Luego siguieron los encuentros entre grupos por región, el centro y sur de un continente comenzó su dinámica de hegemonías externas y desmembramientos raciales, luchas de imperios, mestizajes y la novelesca vida de republiquitas jugando a ser tan independientes y tan autónomos para ser alguien entre el concierto global.
Me detengo ahí, por que este panorama no cambia desde hace más de 200 años, al contrario, se empeora.
Nuestra participación en la historia y en el actual panorama político de los Estados Unidos solo demuestra que elegimos según ese ADN de la historia que corre por nuestras venas, diversidad, separatismo y mucho deseo de independencia. Nuestro comportamiento en esta tierra ajena, ajena por la administración de quienes han fundado este sistema y han implantado un norte para conducir los destinos de quienes se arriman a este árbol de Norte América, es muy disímil, es muy acomodaticia; es casi una caricatura de un comodín en horas cruciales de la vida nacional.
Tenemos que remitirnos al censo para evaluar la relevancia y real participación de hispanohablantes en la toma de decisiones de elección de sus gobernantes y no hacer cuentas alegres de algo que aún no hemos aprendido, a tener sentido de pertenencia y no solo a ser abanderados de momento o comodines útiles cuando los gurús o los tuertos quieren controlar a un grupo de ciegos.
La mayoría de las generaciones en los 60 años de presencia hispanoparlante se van de retirada luego de su edad dorada y los nuevos migrantes apenas han comenzado su ciclo hace 15 años. Con ese espíritu aventurero, viajero y emprendedor las raíces siempre llaman. La otra parte de la familia siempre espera. No son tantos aquellos que dicen esta es mi casa para siempre, siempre es hogar temporal y si hay beneficios mucho mejor.
Ello marca una diferencia a la hora de ser partícipe de decisiones políticas, es un elemento que pocas veces los políticos tradicionales consideran y ellos también se adaptan a esa movilidad y falta de pertenencia. Incluso las políticas públicas se van en avanzar servicios sociales, mantener grupos de inmigrantes con sus problemas que no han sido producto de la vida en este país, los problemas más bien son una combinación letal de desprendimiento, aculturación, indecisión y falta de identidad. Ello no depara un futuro previsible para ningún político o partido que tenga esperanzas en retener seguidores.
Somos aún una comunidad en evolución, un proceso largo y tortuoso. Puede que ese proceso nunca se cumpla para muchos puesto que la adaptación no es para todos. Mientras tanto las oleadas de migrantes seguirán siendo un común denominador.
Partir de 1990 es una buena señal para ver una participación política incipiente a partir de 1990. Ese censo despertó una gran alharaca entre los soñadores al conocerse que eran un grupo en crecimiento. Veamos los datos oficiales. “En el censo de 1990, la población hispana en Estados Unidos fue de 17,3 millones de personas, lo que representaba el 7,5% de la población total. (Source US Census 1990)
Por 60 años de vida de los emigrados a los Estados Unidos de nuestra Latinoamérica, hubo que esperar a tener cerca de 60 millones: “En 2020, la Oficina del Censo de los Estados Unidos estimó que había 62,1 millones de personas de origen hispano en el país. Esto representaba el 18,9% de la población total.”
Principales características de la población hispana en Estados Unidos en 2020
- El grupo más grande de hispanos era el de origen mexicano.” (Source US Census 2020)
- La población hispana en Estados Unidos ha aumentado considerablemente desde 1990. En 2010, la población hispana era de 16,3% de la población total, y en julio de 2022, superaba los 62,5 millones de personas.
En términos de participación electoral para 2024, 36 millones de hispanohablantes estaban habilitados para votar. La mayoría de los votantes jóvenes hispanohablantes tienen como preferencia el partido demócrata, sobre los mayores de edad hacia el partido republicano.
La participación de los hispanohablantes suscitó muchos análisis y estos han arrojado muchos resultados que debemos tener en cuenta. No existe una comunidad latina como tal, somos un conglomerado de comunidades y no nos hemos cohesionado de manera tal que un partido o candidato pueda hablarnos con el mismo lenguaje sin que haya fisuras e incluso incongruencias. Las comunidades pueden compartir necesidades y aspiraciones, pero la estrategia no es igual a la hora de obtener su preferencia como votante. La prueba ha sido visible con el proceso que la comunidad hispanoparlante mantuvo a través de casi 20 años al ser etiquetada como afín al partido demócrata. Hasta en estas campañas el presidente Obama repitió que los hispanos y las minorías sobre todo afroamericana debían votar demócrata. Un estribillo que en las urnas demostró que ya no es el apropiado.
El profesor y especialista en estudios de América Latina y el Caribe de la City University of New York, Laird Bergad, opina que no. “No existe tal cosa. La población latina es muy diversa. 60% son mexicanos y están en Arizona, Texas y California; un 13% son puertorriqueños, que viven en Florida, Nueva York y Filadelfia, etcétera. Por eso no se puede generalizar sobre el supuesto voto latino, porque no existe”. La afirmación tiene sentido si pensamos en el tamaño y la extensión del grupo, solo más chico que la población blanca y más grande que la población negra, según el Pew Research Center.
El demógrafo William Frey, investigador principal del grupo de expertos no partidista Brookings Metro, no encuentra que los resultados hablen de un cambio de tendencias a largo plazo e insiste con el factor económico. “Creo que el resultado tuvo que ver con un fenómeno temporal de los últimos cuatro años que es la inflación, y el crecimiento de Trump entre los varones jóvenes —entre ellos latinos— se explica a través de eso”, explicó a CNN.
Claramente, la decisión de los votantes en las elecciones de 2024 dejan otra lección, se trata de que la comunidad latina tiene ya una madurez y que los estribillos no deberán ser parte de las estrategias para las elecciones venideras. Los medios de comunicación alternos, las redes sociales y la masiva apertura de canales de opinión han saturado y desbancado a los tradicionales medios que nos etiquetaron, a los que dictaban las rutas, a quienes con grandes cantidades por millones hicieron un mercadeo para imponer un rostro, unas frases que finalmente hicieran que el votante decidiera no por convicción, si no por presión.
Queda la pregunta, con la realidad que vivimos como una comunidad con tantas diferencias podrá ser posible que la cohesión. Otrora comunidades europeas tan disimiles como germanos en el norte del país, mexicanos, suramericanos , irlandeses e italianos en el noreste, británicos en el centro entre otras han establecido si bien cohesión regional, siguen marcando territorios que son bien retratados en el congreso de los Estados Unidos. Dentro de las regiones el mapa racial no deja de ser una frontera visible y que marca la identidad de los Estados Unidos. Comunidades que han estado decidiendo por 230 años los destinos de la nación inspiran a otras diversas comunidades a empujar la carroza y llevarla a Washington no importando el color del partido. Lo más importante, que sea bajo la misma bandera.
La nueva etapa, en la cual la comunidad de hispanohablantes tomó una decisión al apoyar en altos números propuestas del partido republicano debe estar preparado para asumir lo que venga y admitir responsabilidades. El partido demócrata tendrá que realizar un trabajo de autocrítica muy profundo, ya que los perdedores tienen doble trabajo, mejorar y recuperar terreno en un sistema de rotación de poder.