Los acontecimientos de seguridad nacional cobran protagonismo y no de la manera que deseamos todos. Son aquellos hechos trascendentales en contra de personas visibles y de otras no tan visibles, que de algún modo empujan a las autoridades y a los grupos de poder a tomar medidas drásticas para defender a aquellos que se enfrentan en tribunas públicas para defender sus convicciones con argumentos y con la seguridad de que serán escuchados por los interlocutores con ideas opuestas bajo la norma del respeto a la opinión ajena; sin tener que temer el perder la vida solo por opinar libremente.
Y de igual forma nos encontramos frente a aquellos hechos sucedidos a quienes no son tan visibles pero que confían que al llegar a un país llamado de la libertad y con mayor seguridad que la de sus países de origen, los que nos compunjan y nos hacen reflexionar sobre la radicalización de pensamiento que se experimenta de manera visible desde 2016 en Estados Unidos.
Marcar una fecha tiene sentido dado que los hechos vienen derivados de factores políticos y de orden de convivencia con las ideas raciales, religiosas, sociales y económicas que marcan a las poblaciones que compartimos este suelo de los Estados Unidos.
Aunque las diferencias siempre han existido en esta sociedad única por su estructura poblacional, no se puede negar que los acontecimientos políticos en 2016 como lo he abordado en otras editoriales son la razón de cambios internos en el país.
Cuando hace casi 4 décadas llegué al país, encontré una incipiente pero importante moderación dentro de los partidos políticos. Quizá era la manera de mantener a los diferentes sectores de la población en control con ese balance en la forma de representarnos tanto en las legislaturas estatales como en las federales. Aunque a nivel municipal primaba la hegemonía racial y partidista según la localidad donde vivieras.
También el mundo se regía por diferentes polarizaciones, muy notorias en cuanto al orden mundial. La situación del país apenas entraba en la transición de país exportador y manufacturero a un país exportador y de comprador y consumista en su forma más amplia.
Los gobiernos de los Estados Unidos venían siendo a nivel externo muy punzantes y con poder de mediar o incluso decidir conflictos de otros países. Mientras tanto la economía se iba deteriorando dado que Estados Unidos pagaba aranceles a las potencias en desarrollo como China entre otras, acá nadie pagaba aranceles para vender sus productos.
En general, el país de producción se convirtió en un país con empleos en las industrias de servicios. Para los 90 ya la tecnología comenzaba a ser la que lideraba producción de semi-conductores, las computadoras llegaron en masa y las patentes de gigantes tecnológicos se comenzaron a concentrar en Estados Unidos. Fui testigo de la entrada en vigor de la internet y en 1995, el salto de la analogía en todos los campos nos tocó y transformó la forma de negociar, vivir y pensar. Nuestra publicación dio un salto gigantesco de lo análogo a lo digital en 1995. Los programas y las comunicaciones se convirtieron en más rápidas y el mundo comenzó a estar en nuestras manos.
Este paréntesis nos demuestra que en dos décadas los Estados Unidos y el mundo no son los mismos. Quizá ese cambio radical de las comunicaciones impulsaron que las ideas se difundieran a mayor escala y a mayor velocidad en todo el mundo. El tiempo de reacción supera al análisis sabio antes de actuar. Los conflictos nacionales, internacionales demandaron la misma velocidad de respuesta o reacción que nunca se había producido.
De igual manera, las ideologías pulularon y enradecieron un sistema conservador que venía siendo el común denominador. Entraron las ideologías liberales y con ellas las diferentes tendencias políticas de países con hegemonías religiosas dentro de sus políticas, Las comunicaciones entonces trajeron nuevos vientos de guerras, de conflictos y de pugilatos por el poder en regiones como el medio oriente.
Con este desarrollo tecnológico la sociedad no se quedó de brazos cruzados, comenzaron las nuevas agendas a invadir nuestra privacidad, la educación se dejó seducir por la tecnología que traía consigo el adoctrinamiento y el brillo de nuevas formas de pensar y de hacer la historia.
Un proceso que muchos llamaron progreso se perfiló como el nuevo orden mundial, la nueva mentalidad con agendas ecológicas, identidad, nacimiento de grupos con su propia defensa de asuntos relacionados con los recursos naturales, la fauna; revivieron la lucha de clases, el feminismo de la forma más cruda, el género se convirtió en una lucha filosófica y académica. Superando a nuestra propia naturaleza. Se desplegaron campañas para traer a occidente los regímenes extremistas religiosos, autoritarios, comunistas, socialistas; ideologías que desde los claustros universitarios, los departamentos de educación, entre otras agencias comenzaron a minar la moderación de la que hablaba al comienzo.
Los partidos hegemónicos comenzaron su migración a una línea más extrema en sus posturas y candidatos moderados fueron desplazados por sus propios partidos. Candidato que se mostrara muy moderado, candidato que se quemaba en elecciones. La población que seguía a los moderados quedó sin caudillos, desaparecieron de la escena comunal. Ahora se enfrentan al lado de los extremistas en las legislaturas.
Y ahí llegamos a 2016, el centro de las dos décadas a las que me refería. El terreno ya estaba minado, fértil para que cualquier cosa causara una conflagración. Este incendio social no demoraría y las protestas de lado y lado que siguieron a la elección de Donald Trump, las luchas de los demócratas para contrarrestar ese impulso conservador y hasta un asalto al capitolio de los Estados Unidos sirvió para elevar el clima que hemos visto esta última década. Las protestas de grupos radicales actúan en nombre de la justicia y las injusticias se suman sin tregua.
Ya es conocido por todos los que tenemos muchos años acá lo que ha pasado en estos 9 años. Incluso, lo que ocurrió desde 2008 a nivel migratorio y que nadie quiere mencionar, las mayores deportaciones que comenzaron a resquebrajar la confianza de los votantes. Enfrentamiento en las urnas con alta temperatura, polarización de los partidos. Lenguaje poco ortodoxo de lado y lado. En el centro del fuego cruzado los votantes, las minorías y los recién llegados que ni entienden por que tanto desorden.
Por lo tanto, la situación actual de inseguridad y las decisiones de individuos de usar armas en vez de las palabras. La decisión de los partidos de ser extremistas o de no tener un punto medio es como el reflejo de los votantes que siguen a sus caudillos que gritan, insultan y amenazan. Los números manifiestan una cierta división nacional y se pensaría que son mitad y mitad, pero no es así. Las elecciones recientes demostraron que quien tenga mano más dura es quien gobernará. Sin embargo esta mano dura endurece a quien no está de acuerdo con el partido que ejerza dicho poder. Quien se atreva a opinar o tener convicciones quedará marcado no importando de que lado hable.
La muerte de dos personas como Charlie Kirk y la ucraniana Iryna Zarutska, comparten las consecuencias de la polarización analizada esporádicamente en esta editorial.
Extendemos las condolencias a las familias de ambas personas y condenamos las razones y métodos de los ejecutores de tan abominable hecho. Y continuamos abogando por la norma de escuchar, debatir y argumentar. La libre opinión, la libre convicción no pueden ser causa para que la eliminación de personas supere a la conversación constante que nos identifica como civilizados.