Existen muchas formas de discriminación en áreas como la educación, la vivienda, los ingresos, el acceso a seguros de salud y las disparidades laborales, respecto a la atención médica o los tipos de compensaciones.
Soumyadeep Mukherjee, profesor en el Departamento de Salud y Educación Física de Rhode Island College explica: “Es solo hasta ahora que la salud pública se ha mostrado más receptiva al reconocer la discriminación como un problema de salud pública”.
Él manifiesta que cuando el cuerpo está expuesto a una discriminación constante, este se encuentra en un estado continuo de lucha o huida (también llamada reacción de lucha, huida o parálisis, hiper-excitación, o respuesta de estrés agudo) que tiene un impacto enorme en la salud física y mental de cada persona.
Kymberlee O’Brien, profesora del Departamento de Psicología, explica que el racismo (basado en el color de piel de una persona) es probablemente el tipo de discriminación más preocupante y mejor entendido. “La raza parece ser la más obvia porque podemos advertir que nos vemos diferentes”, explica. “Es una idea que comenzó en el siglo XVII como una categorización atribuida culturalmente. Antes de eso, la gente no pensaba necesariamente en términos de raza”.
Según las investigaciones de O’Brien, algunas poblaciones de este país, específicamente aquellas que tradicionalmente han sido marginadas, advierten haber experimentado discriminación hasta diez veces al día. Aquellos que lo sufren, a menudo muestran estrés anticipatorio, que aumenta el cortisol en las personas, una respuesta poco saludable.
“El cortisol es necesario para salir victorioso de una situación de peligro, pero estar sentado y tener esos recursos movilizados es algo muy malsano para el cuerpo”, agrega. “Eso va a influir en todos los demás sistemas, como la presión arterial, los problemas cardiovasculares y otras partes de su sistema nervioso, que con el tiempo se des-regulan”.
Mukherjee explica que también hay muchas reacciones fisiológicas a la experiencia de discriminación, las cuales incluyen palpitaciones, respiración rápida o dificultad para respirar, aumento de la frecuencia cardíaca, pulso rápido, hiperventilación, aumento de la presión arterial y transpiración. Las repercusiones también se pueden sentir en el sistema digestivo en forma de síndrome del intestino irritable, estreñimiento o cambios permanentes en el tracto gastrointestinal, las membranas mucosas y su biología. Incluso con otros síntomas como acidez o reflujo gástrico que pueden ser manifestaciones de algo más grave como una úlcera por estrés.
Así mismo, recalca que existe un componente emocional: ira y frustración, sentirse humillado y deshumanizado. “Todos queremos preservar nuestra cordura, por lo que a veces la evasión puede ser una reacción, pero si las experiencias discriminatorias son lo suficientemente graves y ocurren con regularidad, podría tener un trastorno de estrés postraumático, que es una forma de estrés crónico”, agrega Mukherjee. “Las experiencias del día a día también pueden acumularse para dar como resultado manifestaciones similares, como siempre estar alerta del entorno, tener miedo de ser observado o anticipar su próxima experiencia de una manera negativa”.
O’Brien señala que, en estas circunstancias, en la cotidianidad todo comienza a parecer un insulto o una amenaza potencial, y es entonces cuando se ven disparidades en la salud, cáncer, diabetes y cualquiera de las principales dificultades cardiovasculares que están aumentando, en términos de salud.
“El estrés incesante puede hacer que nos enojemos, haciéndonos arremeter contra las personas que amamos, amigos y familiares, o resultar en problemas con el consumo de alcohol y drogas o tabaquismo: las cuales ayudan a las personas a disociarse de la realidad de la vida”, dice Mukherjee. “Todo esto puede crear un modo de alerta máxima, con dificultades para relajarse o para poder dormir bien”.
También explica que, las diferencias culturales pueden agravar los efectos de discriminación en la salud, pues muchos de los pacientes, independientemente de si hablan inglés o no, pueden tener dificultades para comunicar sus síntomas dependiendo de su origen cultural; pues algunos proveedores de atención médica, a pesar de su capacitación y mejores intenciones, pueden no darse cuenta de que los síntomas no se manifiestan exactamente de la misma manera o que la forma en que la gente habla de ellos no es la misma.
Por su parte, O’Brien cree que estos efectos acumulativos pueden cambiar la trayectoria de una persona y que la competencia cultural en el cuidado de la salud es una de las claves para superar estos problemas; pues considera que en cuanta más diversidad se tenga en los servicios de atención médica, más se podrá trabajar para ver la importancia de esta problemática y mejorar.