“La hormiga por miedo a la cucaracha, votó por el insecticida. ¡Todos murieron!, hasta el grillo que se abstuvo…” me lo sé también con humanos, el mismo cuento que se repite cada cuatro años. Lo más sensato, a tan pocos días de las elecciones presidenciales, es invocar la prudencia y la cautela para que ambas ronden la inteligencia de los ciudadanos llevándolos a sufragar en la búsqueda del bien común. En más de medio siglo de existencia he escuchado decir una y mil veces que “hay que votar por fulano para que no gane mengano”, que manera tan vulgar de hacer la política pensando siempre en triquiñuelas y artimañas. Duele saber que cada día se escuchan más peleas entre candidatos y pocas propuestas serias, por estos días me di a la tarea de esculcar, por diferentes medios, acerca de lo que piensan y propone los candidatos en temas tan sensibles como el hambre y la desnutrición, no solo de la Guajira y Chocó, no, en las grandes ciudades también hay gente con hambre; los ancianos, una población que crece cada vez más en Colombia, nos estamos envejeciendo; los suicidios, “Preocupante: Antioquia ha registrado 1 suicidio cada día de 2022”, (El Colombiano, mayo/16/página 4). Esos temas no dan votos.
No pretendo con estas líneas ofender a nadie, nunca escribo para ofender, trato de hacerlo siempre para educar, pero, me llama la atención ver tanta ignorancia junta, es tanto el grado de insuficiencia cerebral en algunos fanáticos seguidores, que los maniqueistas hacen con ellos lo que les da la gana. El maniqueísmo es una religión fundada por el profeta Mani, quien se declaró seguidor de Zoroastro, Buda y Jesús, dicha religión consiste en reducir la realidad a una oposición radical entre lo bueno y lo malo. Por ejemplo el maniqueísmo en literatura consiste en hacer ver que solo existen dos tipos de personajes, los buenos y los malos. Desafortunadamente la democracia como esa expresión de libertad donde el ciudadano elige y vota en conciencia, se ha ido convirtiendo en una hiriente y grotesca confrontación sin fundamentos donde unos y otros se creen los mejores, lo peor de todo es que algunos candidatos se auto-proclaman buenos, honestos y poseedores de la verdad, de ahí que se sientan con derecho a insultar y mandar a sus contrincantes al mismísimo infierno.
A ojo de buen cubero, es imposible ocultar que esta “batalla” electoral, no campaña, está siendo dominada por el maniqueísmo rampante, un maniqueísmo que nunca aportará nada bueno ya que en sus impurezas lo que importa es hacer ver al otro como un vulgar enemigo. Poco a poco el liderazgo político ha ido reduciendo la democracia a una dicotomía entre el bien y el mal, liberales y conservadores, izquierda y derecha, santos y pecadores, comunistas y capitalistas, y, en los últimos años en terroristas o amantes la paz. Ahora, quien no se defina con alguno de estos dos bandos será tratado de bicho raro, como alguien que no cabe en la democracia diseñada para unos pocos. Pensándolo bien, a mí me educaron de forma maniquea, de niño me catequizaron diciéndome que solo había dos caminos, uno que llevaba el cielo y el otro al infierno, también me dijeron que solo había hombres y mujeres, ricos y pobres y, feos y bonitos, ahora entiendo porque en algunas ocasiones me cuesta romper esquemas mentales que rayaron mi cerebro en la infancia.
Es deprimente el panorama político nacional, si los colombianos hiciéramos uso real del derecho al voto en conciencia, no tendríamos que pensar como la hormiga votando por “X” para taparle el camino a “Y”, más aún, de no gustarnos ninguno de los candidatos, no debemos dudar de votar en blanco como forma de rechazo a los políticos tradicionales quienes se mueven maniqueistamente de un bando a otro buscando solo beneficios personales. Como colombiano me ruborizo, siento pena y un montón de sentimientos encontrados con los niños y los jóvenes de este país, quienes hoy están presenciando estos actos tan bochornosos entre quienes se hacen llamar los padres de la patria. Lo digo porque por estos días aciagos las pantallas de los televisores, computadores y teléfonos celulares estilan odio, repulsión y antipatía de una campaña a otra, las redes sociales están invadidas de memes, algunos con altas dosis de insultos y groserías. Hace muy poco criticábamos unas series de televisión porque estas hacían apología al delito, en ellas el narcotráfico, con todas sus bondades, exhibía y demostraba cómo el dinero podía comprar la conciencia de algunos y, las criticábamos porque no formaban ciudadanía, ¿será que estas nuevas formas de hacer política si están formando y enseñando valores democráticos?
Con razón algunos personeros escolares y representantes estudiantiles para hacerse elegir acuden a prácticas no muy sanas para llegar al poder, ¿dónde las aprenden?, del mal ejemplo de la clase dirigente de lo público. Para terminar quiero decir que una palabra, o mejor una frase, para mí insoportable y que rechina en mis oídos es “voy a acabar con la corrupción”, la mentira más grande en política, reconozco que siento una irritación total cuando escucho a cualquiera de los candidatos hablar en esos términos, falso de toda falsedad decir que acabará con la corrupción, inventen otro chiste, pero, ese no más.
Coda: señores ex-presidentes, recuerdan lo que le dijo el rey de España algún día a Hugo Chaves, “por qué no te callas”, no vengan a decir ahora qué es lo que se debe hacer, ¿por qué no lo hicieron cuándo gobernaron?