La llegada del presidente Biden al poder en 2021 parecía ser por fin la oportunidad para que los indocumentados obtuvieran respuesta a sus anhelos.
En el primer año con la mayoría demócrata en el Congreso varios proyectos para legalizar a agricultores, trabajadores esenciales y amparados por la Acción Diferida (DACA) y el Estatus de Protección Temporal (TPS) fueron aprobados en la Cámara de Representantes, pero nunca fueron votados en el Senado, por lo que se esperaba que en el 2022 los demócratas en la Cámara Alta tomaran la iniciativa.
Todos los intentos fallaron.
Iniciamos el año 2023 con una marcada incertidumbre dentro de la comunidad hispanoparlante que vive esperando que las condiciones económicas y sociales den un giro favorable para lograr alcanzar los objetivos propuestos al llegar a este país de las oportunidades.
Pasan más de dos décadas y el balance es cada vez menos optimista, ya que para grupos de inmigrantes indocumentados las promesas, las propuestas, las campañas y los esfuerzos de algunos grupos han quedado engabetados en los escritorios de las diferentes partes involucradas en este tema.
Pareciera que los que otrora marchaban hasta Washington para exigir reformas migratorias, se hubieran dado por vencidos por la pandemia y luego de ella. Activistas locales y representantes electos simpatizantes de dichas causas no aparecen, ya que los activistas comunitarios no salen tampoco. Las campañas políticas han propiciado una division tal en la opinión de la población, que el tema migratorio se ha quebrado y los temas económicos, raciales y de empleo son los más preponderantes.
Los debates en el congreso y en las legislaturas están alejados del tema migratorio.
A esto se une, que el tema fronterizo y de seguridad nacional, es superior al tema de la crisis migratoria e incluso superior al tema de las reformas al sistema migratorio, que ocupó por dos décadas los titulares y las promesas de políticos locales que buscaban llegar a Washington. La promesa del presidente Biden de lograrla en su mandato está muy lejos de ocurrir y ahora ad portas de la campaña presidencial para 2024 mucho menos se podrá lograr.
Hago esta revisión dado que hoy, los latinoamericanos ciudadanos y residentes parece haberse conformado con la situación de incertidumbre y se han petrificado y la inacción es el común denominador. Incluso, las nuevas oleadas migratorias desde Venezuela, Siria, Haití, Afganistán, Irak y más recientemente de Ucrania pareciera sofocar el tema de las reformas migratorias que más de 11 millones de indocumentados latinoamericanos propiciaron que se usaran como un comodín al pedir el voto a los ciudadanos para que lleváramos a candidatos a varios cargos de poder en Washington y en las legislaturas estatales.
Hoy por hoy, tanto las propuestas de campaña de las dos justas anteriores, la de presidente de la nación, como las de medio término tuvieron como comodín la promesa de cuidar, capitalizar con fondos económicos y legislativos, preservar e impulsar agendas como la de la inclusión con la comunidad LGTBIQ+, expansión del derecho reproductivo y expansión del aborto. No se puede negar que también las campañas buscaron impulsar la educación, los pequeños negocios y la salud infantil. También encontramos la modernización de el sistema vial nacional y el impulso a la ciencia y la investigación tanto tecnológica como la de las vacunas contra el COVID-19.
Revisado a groso modo este panorama, la comunidad migrante seguirá siendo el gran problema a resolver en 2023. Las oleadas de migración por la frontera sur, sin contar la migración legal no cesarán, mientras que la reforma migratoria seguirá en veremos ya que no todas las migraciones estarán dentro de la misma valoración.
Las cifras que se cuentan por millones mensuales de entrada de población migrante a los Estados Unidos, los reportes diarios de los estados fronterizos colapsados y su consecuente envío a los estados santuario hacen predecir una crisis difícil de solucionar en solo 2023.
Ya hay estados como Massachusetts y New York que han declarado crisis migratoria al no contar con presupuesto para albergar más migrantes y las demandas de otros tantos seguirán al paso que siga esta situación.
La administración federal no presenta una solución concreta y deja que cada estado lo resuelva como pueda, el congreso recibe demandas de dinero por parte de los estados para enfrentar la crisis y ello repercutirá en las decisiones políticas. Acá tenemos un panorama de inercia y no podemos predecir lo que seguirá.
Por ello la población latinoamericana no puede saber a ciencia cierta cual será su futuro cercano. El conformismo, la inacción y a veces la indiferencia es la herramienta de quienes puedan salir adelante sea por que son residentes o ciudadanos, sea por que pertenecen al grupo de los afortunados que son parte del estado y las empresas u oficinas gubernamentales y pueden contar con una estabilidad a largo plazo. Eso nos enorgullece y felicitamos, ya que al menos ellos pueden defenderse de la situación de incertidumbre general.
Por lo pronto, las esperanzas de la mayoría de documentados y ciudadanos siguen teniendo vacíos. Y los recién llegados y antiguos indocumentados seguirán siendo carne de cañón para el abuso laboral y para ser mencionados en discursos de políticos de turno que sabrán utilizarlos según la época como botín de elecciones con el ya probado beneficio.