En pocos días pondré a disposición de mis amigos y del público en general el libro, “igualdad en la diferencia”, un texto al que le he dedicado parte de mi vida y que, después de luchas y batallas intensas, puedo hoy publicar.
Fue tanto mi trasegar en la búsqueda de como editar mi libro en este país, que pude enterarme y aprender que el mundo editorial no está exento de monopolios, mafias y privilegios para unos pocos.
Luego de más de quince años de desempeñarme como columnista en revistas y periódicos nacionales e internacionales, me decidí a escribir un libro pensando en que este aporte algo al mundo intelectual o académico, pero, sobre todo, que ilustre a los ciudadanos más modestos que se atrevan a leerlo.
Reconozco que para mí no fue fácil redactar este y dos libros más que siguen para ser publicados, lo digo porque escribir es desnudarse, decir lo que se piensa, se cree o se siente, uno va dejando en el teclado del computador un montón de sentimientos, en ocasiones llora, en otras ríe, y hasta se enoja, con decir que a veces se siente miedo, no puedo negar que en momentos, mientras uno relee los textos, el alma duele y el corazón se arruga de tristeza, una tristeza revuelta con angustias y desamores.
Escribir para mi es algo tan íntimo como estar en la ducha, en la cama, es mostrar las arrugas y los pliegues de un ser que piensa y siente, es un acto de amor que nace en la intimidad, la introspección y la soledad de quien tiene algo que decir.
En mi caso puede ser una vocación tardía, pero soy consciente que me decidí a escribir cuando mi memoria estaba llena de todo aquello que podía ser narrado, antes no.
En verdad me impulsaron mis estudiantes, fueron ellos quienes repetidamente me decían que querían leerme, ¡pues ahí les dejo!, ojalá mis ideas les sirvan de algo. Tengo claro, muy claro, que no pretendo alcanzar la fama y menos conseguir dinero, la verdad es que escribo porque disfruto hacerlo, sin vender mi pluma ni mis ideas a ningún postor.
No escribo para competir con nadie y menos para concursar, mis ideas no son para medirse entre las mejores o las peores; de ahí que me gustaría que todo aquel que quiera leerme lo haga por gusto, por placer, por querer aprender algo, nunca por congraciarse conmigo, menos por compasión o amiguismos, no.
¡Eso sí!, quiero que mis lectores lleguen libre y voluntariamente a escudriñar todo aquello que escribí para ellos, me gustaría enormemente ser amigo de mis lectores, así no los conozca.
Con humildad y respeto, dejo en estas líneas una idea del libro para que todo aquel que se decida a tenerlo sepa de que se trata, o mejor, a que se enfrenta.
Ante la multiplicidad de opiniones que se tienen acerca de las Ciencias Humanas, este libro ofrece un tejido filosófico y literario a todo aquel que quiera explorar en conceptos como la ética, la moral, las virtudes y los valores, asuntos de los que muchos opinan, pero pocos definen.
El propósito es generar una discusión acerca de juicios e ideas que a través del tiempo van mutando en su percepción mas no en su esencia.
Esta obra narra la historia de un abuelo que, con la paciencia y sabiduría que dan los años, ayuda a sus nietas con las tareas académicas, recomendándoles siempre ser prudentes y cautas antes de definir u opinar respecto de algo o de alguien. Es un libro escrito en un lenguaje sencillo y cotidiano que puede ser leído sin barreras de edad o grados académicos.
De principio a fin, fui escribiendo sin pretender decir cual es la verdad de las cosas y menos dejar posicionada una idea a manera de dogma o axioma. La idea es que antes de lanzar un juicio a priori o creer saberlo todo, las personas piensen antes de hablar y no hablen para luego pensar. “Prefiero ser rey de mi silencio que esclavo de mis palabras” (Shakespeare).
Uno de los temas más recurrentes y que rondó mi cabeza al momento de escribir fue la tolerancia, siempre me he preguntado por qué es tan difícil vivir en común unión, respetándonos unos a otros.
Ha llegado a tal extremo el ser humano que todo aquel que no nos gusta lo matamos, lo exterminamos. Quiero aclarar que la tolerancia no es cuestión de tontos, no se trata de aguantar o soportar, no debe confundirse tolerancia con pasividad o complacencia, de lo que se trata es de tener una actitud dialógica donde se le permita al otro expresarse sin temor, y yo también pueda expresarme.
No se debe excluir al otro del debate, lo importante es y será escuchar sus razones y que él escuche las mías; dialogando tal vez lleguemos a un acuerdo.
Desafortunadamente en muchos espacios reinan los intolerantes, aquellos que no admiten razones contrarias, ellos se van encerrando en su mundo y no aceptan el diálogo, son irritantes, siempre creen saberlo todo y viven a la defensiva como si los demás quisieran atacarlos.
Cada día me convenzo más que la escuela, la familia y la sociedad, están enseñando y educando para sociedades ideales y poco reales, se enseñan cosas, teorías, suposiciones e hipótesis que poco o nada aportan al ser humano.
Fue así como, después de leer a León Tolstoi, a Mahatma Gandhi y a Martin Luther King, descubrí que los pueblos deberían ser conducidos a una filosofía de la Noviolencia, donde el respeto por el otro sea una conditio sine qua non, que oriente al ser humano a forjar lazos de convivencia en todos los lugares que ocupe.
“Tienes razón Sofía, insisto, la intolerancia es proporcional a la ignorancia”