Entender el porqué de los primeros crímenes en la humanidad, es remontarnos quizá a “La Sima de los huesos de Atapuerca”, cementerio milenario que albergó durante cientos de años, cuerpos que contaron en el albor de las excavaciones, cómo fueron el producto de una práctica funeraria ancestral, la cual develó un ejercicio intencional de acumulación de huesos, propia del depósito más antiguo de armazones humanos en el tiempo, situación que conllevó en primera instancia, a analizar la necesidad primigenia del ser humano de matar.
Ahora, concebir el fenómeno de las víctimas o la muerte desde la perspectiva de la criminología actual, es encarnar por ventura, a los santos de otrora y de ahora, como seres perfectos, libres de culpa, sin embargo, pese al juego que proponen con su eventual inmortalidad, la sociedad actual los solemniza, honra y recrea a través del delito; uno de ellos es San Sebastián, el cual fue asesinado durante una persecución a algunos cristianos, recibiendo en la asechanza una lluvia de saetas, marcando este episodio a su vez, un suceso originario asociado al acto criminal y a su esencia, desde la iconografía de su eventual sufrimiento al momento de la lapidación y una fusión de opciones asociadas a su imagen a lo largo del tiempo, representando su sufrimiento y muerte y el porqué de los mismos, siendo este uno de los mártires más simbolizados en las atmósferas del arte pero a su vez del derecho, dándole la fuerza y el éxtasis característico de su rostro, permitiendo asociar su imagen desde la perspectiva de género a nivel mundial, convirtiéndose en un icono e hipertexto recreado del mundo antiguo en la era moderna, encarnando la discriminación y el rechazo como el santo de las comunidades LGBT, explorando situaciones propias del segregacionismo.
Paralelo, encontramos situaciones ajustadas al sadismo, tales como el piquetismo o piquerismo, que significa punzar o pinchar, figuras generalmente que se advierten desde el derecho o el arte cuando hay delitos pasionales, tales como feminicidios, homicidios, delitos sexuales, los cuales se gestan a través de la ira o el dolor y en ocasiones se asocian al mártir, al caído, ¡a la víctima!
En las sociedades modernas se expone constantemente al reo a la ley del Talión, la cual sugiere un exiguo principio jurídico de otrora, propio de justicia retributiva, en la cual la norma que se imponía debía de ser recíproca con el crimen cometido, entendiéndose como el ojo por ojo y diente por diente, práctica inducida siglos atrás, similar al Cadalso, plataforma generalmente de madera para ejecutar individuos públicamente como escarmiento.
Qué decir de la Balsa de Medusa, una pintura que relata el naufragio de un navío en donde al menos 150 personas vagaron a la deriva en el mar, de las cuales 15 murieron durante los 13 días que duró el drama de la tragedia y en donde los supervivientes de tal proeza, soportaron hambre, deshidratación y canibalismo seguidos de locura, enmarcando este episodio, la imagen de la desgracia, propia del derecho penal y la criminología.
El artista de las sociedades modernas en esencia es un sociólogo que retrata la realidad que le rodea y circunda a través de la percepción iconoclasta de su entorno, tal como la criminalidad y sus diversas formas, permitiendo el advenimiento de varios lenguajes, siendo uno de ellos la interpretación desde el arte, encontrando maneras extensivas del fenómeno delincuencial, el cual se afinca en el dolor y el sufrimiento.
JUAN CAMILO CARMONA TOBÓN
Magister en Derecho Procesal Penal y Teoría del Delito, especialista en Derecho Procesal Penal, criminólogo, defensor área penal, docente universitario, artista plástico.