En mi niñez conocí de cerca un niño con macrocefalia, tenía una cabeza tan grande que no alcanzaba a sostenerla con su pequeño cuerpecito, la verdad me producía miedo, ya que su caminar era lento tratando de equilibrar cabeza, tronco y extremidades. Con el debido respeto y sin el ánimo de ofender a nadie, admito que así imaginé por estos días el Estado colombiano, un Estado que además de macrocefálico, es sordo. Increíble, por no decir ridículo, que los colombianos sigamos manteniendo un congreso bicameral, de doscientos ochenta parlamentarios con salarios superiores a los treinta y cinco millones de pesos mensuales, cuando tenemos claro que solo sirven para tres cosas. Ahora, como si fuera poco mantenemos dieciséis ministerios y una cantidad ilimitada de organismos gubernamentales y asesores por todos lados. La nómina estatal desangra a chorros el estado ante la cantidad desmedida de dinero gastado, porque no es invertido sino gastado, para mantener el Estado macrocefálico.
Otra enfermedad aún más grave, un cáncer, es la corrupción desbordada que genera asco, rabia y escozor al leer informes internacionales, muy serios, donde señalan el grado de corruptela reinante en Colombia, uno de los países más inequitativos del continente americano. “El Censo Nacional Agropecuario mostró que el 1 % de las unidades de producción más grandes controlan el 81 % de la tierra, el país más injusto de América en este campo”. (Ramiro Velásquez Gómez, periódico El Colombiano mayo 14-2021) Lo más triste es saber que conociendo las enfermedades y sus efectos colaterales existan entes de control que poco o nada hacen por vigilar o controlar el Estado, lo único que hacen es desangrarlo más y más, como la contraloría, la procuraduría y también la fiscalía.
Al oscuro panorama debe agregarse que los partidos políticos, pensados para servir de puentes entre la sociedad civil y el gobierno, se han convertido en oficinas clientelistas donde se pactan coimas y puestos burocráticos que desaguan el Estado. Las ideologías partidistas hace rato se perdieron, hoy solo importa el clientelismo electoral donde unos se revuelcan con otros cambiando de partido con una facilidad abrumadora. De nada le sirven al ciudadano común y corriente la existencia o no de partidos políticos, la pregunta clave es, ¿cuánto dinero reciben los partidos políticos de parte del Estado?, tremendo negocio. Dentro de pocos meses entra en acción de nuevo la maquinaria electoral, esto porque se avecina la elección de nuevos parlamentarios. Vuelve otra vez el circo politiquero y los malabaristas con sus mismos discursos en los que no faltan palabras como: pobreza, miseria, desempleo, corrupción, igualdad, equidad, justicia… vengo escuchando eso hace más de 50 años. Ah, se me olvidaba decir que en tiempos electorales los candidatos dejan el asco a un lado y se toman fotos con niños mocosos, con ancianos pobres, con indígenas, visitan barrios pobres y comunidades alejadas.
Colombia vive uno de sus peores momentos, donde una violencia irracional está llevando a la tumba a una cantidad de jóvenes que mediante la protesta desean ser escuchados. Debo admitir que no justifico la violencia en ninguna de sus formas, ninguna, ni verbal, ni física, ni psicológica, los colombianos debemos vivir en paz, hoy más que nunca se hace necesario aprender a tolerar y sobre todo aprender de la Noviolencia. Procuremos tener más control de las redes sociales, no multiplicar odios, rencores o violencias, menos estimular confrontaciones e insultos a través de frases o imágenes que en nada contribuyen a mejorar el ambiente de zozobra que estamos viviendo todos los colombianos. Algo muy importante a tener en cuenta es que la administración que hace el gobierno hoy del Estado se ve en vivo y en directo, lo que sucede se ve en tiempo real y no en diferido.
Me duele saber que, en medio de esta crisis traspasada por la violencia, aparezcan por todos lados oportunistas vestidos de negociadores queriendo sacar tajada, no faltan algunos políticos presentándose como salvadores de la sociedad. “En río revuelto, ganancia de pescadores”, sí, están saliendo de todos lados un cúmulo de “líderes” politiqueros, avivatos, que callan cuando el pueblo los necesita, pero aparecen cuando afloran las oportunidades para visibilizarse. Es cierto que en Colombia “hay de todo como en botica”, hoy abundan los analistas del conflicto que vivimos, lo único que falta es que algunas universidades monten una maestría en Marchas sin Violencia.
Desafortunadamente, el Estado colombiano no solo es cabezón sino además sordo, bueno, sordo el gobierno que solo escucha dizque a los ciudadanos de bien. Mi humilde propuesta es adelgazar el Estado, no necesitamos tantos congresistas, tampoco tantos ministerios, hace poco leí que están pensando de nuevo en el ministerio de la alegría, ¡por favor, volvámonos serios! Debemos re-evaluar el papel de los órganos de control, suprimir una cantidad enorme de cargos diplomáticos innecesarios, imposible callar que son insultantes los altos salarios para los congresistas y algunos funcionarios del Estado mientras el desempleo aumenta.
Coda: da pena que países vecinos, y otros no tan vecinos, estén preocupados por los escándalos en Colombia.