Hace ya muchos años que llegué a este mundo y lo hice en el Hospital General, Luz Castro de Gutiérrez, (Medellín), fue en ese lugar donde mi madre me vio por primera vez y, no creo que yo la haya visto a ella porque en esa época los bebés nacíamos con los ojos cerrados, y, vaya fiesta cuando los abríamos por primera vez. En aquellos años, la maternidad y los nacimientos eran muy diferentes a como se viven hoy en día, con decir que a los bebés los envolvían como un tabaco, les ponían manoplas, gorros de lana y escarpines; actualmente nacen con blue jean, sudaderas y ropa de moda, hasta sandalias y tenis modernos visten los recién nacidos. De acuerdo con relatos familiares, a mi madre la llevaron al hospital en horas de la tarde-noche, nací y al otro día los médicos dijeron a mis padres que era mejor que yo muriera en la casa y no en el hospital, según ellos, me quedaban pocas horas de vida. Fue tal la angustia de mi madre que acudió a la iglesia con urgencia para que el sacerdote me bautizara antes de fallecer, ya que según creencias religiosas los bebés bautizados iban derechito al cielo. Ante la premura de la muerte que rondaba mi pequeño cuerpecito, mis dos hermanos mayores fueron testigos (padrinos) de aquel acto sacramental. Chévere, no me morí y aquí estoy dando lidia, leyendo y tratando de escribir pendejadas.
Quienes somos oriundos de Medellín y nacimos en la década de los años sesenta, el hospital, Luz Castro de Gutiérrez, fue nuestra primera morada, y quienes nacieron en los años setenta, llegaron a este mundo, en su gran mayoría, en la Clínica León XIII (otrora Seguro Social). Tanto el hospital Luz Castro de Gutiérrez, como la Clínica León XIII, fueron lugares emblemáticos donde nació gran parte de la población de esta hermosa ciudad. Dos generaciones (años 60’ y 70’) de cuero duro alimentadas a punta de sancocho, frijoles y aguapanela sola o con leche. Fuimos de esos que supimos enfrentar la pobreza y las vicisitudes que la vida nos ponía en el camino, de muchas maneras gozamos nuestra niñez y juventud. Sin las interrupciones de la tecnología, podíamos hablar de frente, mirándonos a los ojos. Chupábamos bolis, cremas, bananos congelados, comprábamos mangos biches con sal, mangos lavados en el mismo balde donde habían lavado cien mangos más; ah, tuvimos muy buenas defensas físicas y mentales.
Por aquellos años, las familias no rebajaban de seis u ocho hijos, en muchos casos eran doce, quince o más, familias numerosas y, lo más bonito era que para todos había comida, ropa y educación, era la época en la que los hermanos menores heredábamos la ropa de los mayores y la volvíamos a estrenar. Obvio, que había problemas, existían los marihuaneros, los atracos y demás conflictos sociales, pero, lo más importante era que en medio de dimes y diretes, el respeto por los padres y las personas mayores era único. Fuimos generaciones donde el control y la vigilancia de los padres estaban siempre ahí, ahuyentando el sexo, las drogas y algunas imperfecciones humanas.
En vista de tanto nacimiento y porque no, tanta pobreza, la señora Filántropa, Luz Castro de Gutiérrez, decide fundar un hospital con el fin de ayudar a tantas familias con necesidades sentidas al momento de traer un nuevo bebé a este mundo. Luz Castro de Gutiérrez, nació en la ciudad de Medellín el 18 de enero de 1908, de una familia destacada y buenos recursos económicos. Para nadie es un secreto que, si bien su presencia fue notable en el campo empresarial y político, lo cierto es que tan distinguida dama, estuvo entre las primeras mujeres colombianas que lucharían por la presencia femenina en el desarrollo democrático del país, de ahí que su impulso a la figura femenina se haga notable desde diferentes frentes de trabajo. Fue ella una de las primeras mujeres colombianas que irrumpió con fuerza en el mundo ejecutivo y político, dominado por los hombres en una sociedad ampliamente machista, doña Luz, sin lugar a dudas, fue una mujer brillante que se destacó en el campo de la asistencia social y filantrópica, terreno en el cual dejó un legado difícil de imitar. Al morir, en 1991, su nombre quedó asociado a diferentes entidades, fundaciones, hospitales y obras sociales que la destacan como una de las mujeres paisas más importantes del siglo XX.
Me duele profundamente todo lo que está pasando en el Hospital General (Luz Castro de Gutiérrez), es increíble que la irresponsabilidad administrativa haya sumido en el abandono y la desidia a una entidad tan importante para la ciudad. Cuesta creer que un hospital tan significativo y valioso para la ciudad de Medellín hoy viva la peor crisis de su historia. Ojalá que esta vez la justicia sí opere y sean llevados a la cárcel aquellos que se robaron el dinero de los niños que dejaron de nacer en tal loable centro hospitalario. Es una infamia que jueguen con la salud de los seres humanos, que hayan muerto personas sin recibir las adecuadas atenciones médicas, simplemente, porque algunos pillos saquearon el hospital. Que paguen quienes tengan que pagar y condenen a quienes tengan que condenar.