¿El votante o el candidato?
Se nos complica la situación cada vez más acercándose la fecha de la elección presidencial en los Estados Unidos. Primero que todo, los votantes latinoamericanos llevamos más de 30 años esperando que los diferentes gobiernos tomen las riendas de una situación migratoria que en muchas elecciones se calificó de caballito de batalla para conseguir votos de las minorías y poder retener al voto latino en las filas del partido demócrata por excelencia, en virtud del “sistema migratorio roto” se logró dar por sentado que prometiendo cada cuatro anos una solución, se lograría contar con una masa convencida de que a través del tema migratorio todo giraría y los votos sobrarían. Y si, ese comodín del voto latino ha funcionado en muchas campañas locales, estatales y federales.
Volvamos al comienzo de esta historia: ese calificativo de “Sistema Migratorio Roto” se volvió anacrónico y según los nuevos acontecimientos domésticos, sociales, internacionales y globales, de un tema doméstico manejable, pasó a ser hoy un problema.
Para los votantes fieles que por décadas hemos esperado soluciones en el tema migratorio, hablar de migración era lo más común y el apoyo en esos momentos a todo movimiento o marcha a Washington para pedir solución inmediata a este tema sin resolver era la mayor muestra de solidaridad con aquellos que estaban en situación irregular. Pero con los años llegaron los nuevos problemas: La economía, la crisis de la salud a raíz de La pandemia, La incursión de la lucha social por los nuevos conflictos sociales en el orden de las leyes sobre el aborto, el respeto a la identidad, las leyes federales que contradijeron a muchas de las decisiones de los gobiernos según el caso.
A esto se le agrega que tenemos en frente una bomba de tiempo a nivel de la migración global por la frontera sur. Ya no eran solo quienes habían ingresado desde hacía muchos años, ya es un problema global que ha tocado las puertas de los países desarrollados.
Así, ya para los votantes esto es un problema mayor. Y si, para los políticos y gobierno era una materia más dentro de todas las responsabilidades, hoy es un problema.
Las situaciones descritas arriba, en su mayoría se manejan desde cada secretaría o agencia estatal y federal. Se dan soluciones acorde a la estructura de cada estado.
Pero un problema que ha sido calificado de seguridad nacional, seguido por el adjetivo de crisis humanitaria no se controla con una sola orden. Y en este caso, los votantes que llevamos observando como las soluciones a las situaciones que nos afectan directamente se han dilatado década tras década; nos encontramos con que los políticos tienen un problema global en la frontera más sensible.
Los nuevos acontecimientos derivados de la acalorada campaña política, ensombrecida por los acontecimientos de en el Capitolio, los juicios a Donald Trump, tanto de orden político como civil, los escándalos de Joe Biden, el papel de los Estados Unidos en los dos conflictos internacionales de Gaza y de Ucrania. Todo esto unido a un atentado y la crisis del servicio secreto nos deja un amargo sabor de boca, pero ello no debe impedir que podamos usar nuestro sentido común en las urnas esta vez.
Los problemas acuciosos de hoy a diferencia de las situaciones progresivas como la migración que se dio en los 60 y 70, producto de las consecuencias de la guerra y de el renacer de la industria de la pos-guerra, cumplió un ciclo trayendo mano de obra que no sólo fue aceptada, si no reclamada por los consorcios industriales que reclutaron a trabajadores bien calificados además de aceptar braceros bajo programas de trabajadores para los campos. Esta etapa de crecimiento económico y de bienestar estuvo relativamente en alza y duró poco. Casi treinta años de crecimiento hasta la era Clinton parecía el paraíso para los latinoamericanos que hasta saborearon el sueño americano de pertenecer a la clase media de Estados Unidos.
La nueva era, cuando la industria está en declive o retirándose de los Estados Unidos al final de los años 90. Los movimientos económicos globales que hacen tambalear el poder de las naciones más poderosas y el recrudecimiento de las guerras, han ido conformando un clima de incertidumbre y una desconfianza en que las soluciones se produzcan.
Pero dentro de toda confusión surgen verdades y surgen cosas que no se pueden eludir. La historia enseña y cobra con creces en el momento que pocos esperan.
Desde el punto de vista de los votantes y no es necesario enumerar partidos o movimientos independientes o indecisos, queda claro que no es lo mismo ser votante en espera por 30 años sin ver nada a cambio y poder en un momento tan crítico ejercer el voto con esa experiencia de 30 años. Los votantes tenemos la experiencia, los sueños sin cumplir en su mayoría, tenemos la colección de flayers, stickers, lista de programas de gobierno que se repiten cada 4 años y la colección de banderas y pins. Y un elemento que ayuda a entender lo que puede ocurrir en esta elección, aún con 60 o más años de presencia latinoamericana en los Estados Unidos, este segmento de la población mayormente mexicana aún no se compromete con partidos, se compromete con leyes, soluciones y proyectos realistas. Es difícil comprometerse de por vida a partidos o candidatos cuando esta población latinoamericana vive tan conectada con sus raíces y con sus familias en sus respectivos países. Cada decisión de los latinoamericanos en los Estados Unidos afecta directamente a sus países de origen, cosa muy diferente a lo que ocurre cuando los europeos votan en Estados Unidos, ellos ya no votan y piensan si afectan a la unión europea de donde muchos vinieron o a Inglaterra.
Y no es lo mismo, para los partidos y para los candidatos, haber estado en la mirada pública por esos 30 años o más; deliberando, proponiendo, postulándose, buscando apoyo económico de los votantes, trabajando para los gobiernos en todos los niveles en la puerta giratoria y logrando mantener su imagen, sus cuentas pagadas y de paso dar empleo a sus nuevos herederos políticos.
Esta elección se trata de ello, y los medios masivos nos están vendiendo otra campaña 2024 que no tiene nada que ver ni con solo dos candidatos, o solo dos partidos o incluso con un país con futuro aunque sea cercano. No le dan importancia a los temas principales que tanto a latinoamericanos, como a los mismos norteamericanos les interesa como la migración, el aborto y la economía.
Los partidos en contienda están contra el reloj hace dos elecciones. El cambio ocurrido en 2016 ha trastocado las formas de hacer política, han hecho que la democracia se desmorone y sea la lucha encarnizada por destruir al otro, por encima del debate.
Similar a cuando se enfrentan dos gatos en plena calle y no se fijan que vienen autos y los pueden arrollar. Los votantes, tenemos la oportunidad de oro y aunque los candidatos que nos venden los partidos mayoritarios no sean del agrado, incluso aquellos que aún no han sido votados por las convenciones que faltan, debemos participar y no permitir que otros elijan por nosotros. Una vez más sigo insistiendo que solo participando en la justa electoral somos escuchados. De paso, de la forma que voten nuestros líderes locales será muy educativo, primero no tenemos que votar como ellos votan en todos los casos y segundo para saber si nos escuchan y reciben el mensaje de que no es lo mismo esperar 30 años para ver soluciones a mantenerse en los puestos ofreciendo lo mismo por 30 años.
Los votantes latinoamericanos no estamos contra el reloj, ya lo hemos estado desde siempre, que afán tomarlo con calma una vez más? Que corran los que apenas están sacando la cabeza en la carrera. Y mejor si traen una lista de realizaciones.