La comunidad latinoamericana de los Estados Unidos se erige en todos los ámbitos para poner en alto su presencia, contribución y aporte al país que les acoge.
Se destacan las celebraciones de las diferentes organizaciones en nuestra región y en el país, no solo por iniciativa de cada comunidad representada en el estado que festeja fechas patrias o herencia cultural, las cuales comienzan en febrero con los Carnavales representativos de Colombia, Brasil y República Dominicana, entre muchos otros.
Luego, en julio, la comunidad latinoamericana comienza a celebrar los aniversarios de independencia, que se extienden hasta el 16 de septiembre con los países centroamericanos, Chile y México.
La declaración del gobierno estadounidense del Mes de la Herencia Hispana en los Estados Unidos, que va del 15 de septiembre al 15 de octubre, ha recorrido un largo camino para llegar a este punto.
Aquí la historia oficial.
“La comunidad latina y la historia latina son una parte fundamental de la historia de Estados Unidos”, dijo Emily Key, directora de educación del Centro Latino del Smithsonian. “Reconocerlo y entenderlo son razones clave por las que este mes es importante”.
La historia del Mes de la Herencia Hispana se remonta a 1968, cuando la celebración duraba solo una semana. El presidente Lyndon B. Johnson firmó una ley que designaba la semana del 15 de septiembre como “Semana Nacional de la Herencia Hispana”, según la Oficina del Historiador y la Oficina de Arte y Archivos de la Cámara de Representantes de Estados Unidos.
En la declaración inaugural, escribió sobre la “gran contribución a nuestra herencia nacional hecha por nuestra gente de ascendencia hispana, no solo en los campos de la cultura, los negocios y la ciencia, sino también a través de su valor en la batalla”.
Lo que fue una semana se convirtió en un mes de celebración, gracias a proyectos de ley presentados por diferentes congresistas como Esteban Torres de California. En un momento en el que el proyecto quedó suspendido, el senador Paul Simon de Illinois presentó un proyecto de ley similar, que fue convertido en ley por el presidente de entonces, Ronald Reagan. La primera colonia española en EE.UU. no fue la de Jamestown, sino la de San Agustín en Florida.
“Los hispanos o latinos… han luchado en todas las guerras desde la Revolución Estadounidense”, comentó Emily Key. “Son dueños de negocios, veteranos, maestros y servidores públicos”.
Y añadió: “Los latinos son estadounidenses y forman parte de este tejido”.
Elecciones
Dentro de estas merecidas celebraciones, las elecciones primarias para puestos legislativos han sido notoriamente comentadas, ya que la asistencia a las urnas en Rhode Island en estas primarias es poco más del 10%. Estos resultados no son halagadores, considerando que hay un alto número de registrados para votar. Hay 719,712 registrados activos (lo que no significa que todos voten frecuentemente), y el 92% muestra un rol de votante activo. Los republicanos registrados son 103,098 (14%); los demócratas registrados, 273,866 (38%); y los sin afiliación partidista, 342,579 (48%) (Cifras de la Secretaría de Estado de Rhode Island, Gregg Amore).
Las elecciones generales traerán la confirmación de la mayoría de los candidatos sin oposición en el estado del océano. Habrá controversia en la elección del Distrito #8 de Pawtucket; pueden encontrar información completa en esta edición de septiembre.
Para los votantes, estas elecciones de 2024 están llenas de una tirantez inusitada. Los votantes latinoamericanos no estamos al margen de lo que significa que en Estados Unidos estamos presenciando un resquebrajamiento tal que la seguridad de los más altos políticos está comprometida. La sociedad está demostrando que se une a los candidatos de forma fanática, y la democracia se vuelve un enemigo de quien ejerce su derecho a tener una preferencia política o un candidato de su elección. Esto representa un peligro en la sociedad, donde se vive, y la cacareada democracia y libertad de elección ahora resultan ser un riesgo. La cancelación, descalificación y exclusión son las normas, dentro de un estado donde esas premisas son supuestamente banderas de campañas de todos los políticos. Qué va, son solo palabras y los hechos son los hechos.
El 5 de noviembre, las elecciones son tan importantes como las primeras que se hayan realizado en este país, y no deben alarmar a los votantes de una manera tan brutal y cruda como lo hacen los medios, que de lado y lado pintan un panorama catastrófico. Digo, si es tan catastrófico, entonces el gobierno actual, que tanto dice que habrá una debacle si se elige a alguien diferente a ellos, ¿por qué no cancelan las elecciones y esperan a que pase el peligro?
Entonces no deberían existir elecciones. Un pueblo con miedo no vota, y esa es la razón por la cual sube el abstencionismo y por la que los desafiliados o independientes de los partidos aumentan. O, si no, fijémonos en la cifra de los desafiliados: en Rhode Island, de 1 millón 48 mil habitantes, solo hay votantes registrados 719,712, y de ellos 342,579 son desafiliados, un 48%. Si esta cifra no nos dice nada, entonces no vivimos en este estado. Los latinoamericanos debemos prestar atención a la prensa de habla inglesa y conocer más sobre la vida política de nuestro estado. Trabajamos, pagamos impuestos, nos hacemos ciudadanos y participamos en las decisiones; todos tenemos ese mismo derecho. No permitamos que algunos candidatos nos descalifiquen, nos excluyan de la participación o no respeten nuestras decisiones. Mientras haya constitución y ley, estamos en civilización. Ya sabemos que ningún candidato, al ganar, trabaja para representar a todos; trabaja para representar a los que lo eligieron, y ese es el riesgo de toda elección. Pero el miedo no debe ser un anestésico; el debate es un derecho constitucional, o si no, ¿por qué hay Cámaras de Representantes, Senados, Cortes, Comités y organismos de control donde acudir cuando los derechos son vulnerados?
Para las elecciones generales que se aproximan en noviembre, es factible que aumente la participación. En mi editorial pasada, hice un análisis de los temas que motivarán la elección de candidatos de nuestra comunidad latinoamericana. Los medios de comunicación masivos pueden lanzar no solo una lista de prioridades acordes a sus preferencias, pero lo que sí es claro es que la economía será la que liderará esa decisión.
Las encuestas serias siempre estarán en ese tenor, y los candidatos ya han mostrado sus cartas hace tiempo sobre este tema de la economía. El candidato Donald Trump en su ejercicio pasado y el presidente Biden en este cuatrienio.
Los votantes estamos claros sobre cómo se encuentra nuestro bolsillo, y no sobra recalcar que no es solo el presidente que se elija quien determinará si la economía mejora o empeora; son los equipos de gobierno los que hacen ese trabajo. Los votantes no estamos ni contra las cuerdas, ni estamos contra el reloj; son los candidatos los que están en esa posición.
Son las mejores elecciones que esta comunidad latinoamericana tendrá, dado que tenemos 20 años esperando una mejoría en la economía. Podemos tomar la decisión más informada y acertada, no la más fanatizada. Las celebraciones se han hecho más politizadas cada vez y este año es mucho más notorio. Fiestas y reconocimientos, todos son importantes y líderes más que nunca. Placas y cada sector del estado ha inventado hasta nuevas celebraciones de la Herencia Hispana. Bajará la marea luego de las elecciones.
Con una buena economía, no solo el gobierno, sino también los votantes y nuestras familias estaremos mejor, y los demás temas podrán solucionarse en gran medida. Con apertura económica, se generarán empleo, seguridad, acuerdos en política exterior y crecimiento laboral, mientras que los temas sociales, familiares y religiosos quedarán en un segundo plano en una sociedad con la economía marchando y creciendo.
Ya hemos tenido 4 años con un equipo, y los votantes estamos en condiciones de cambiar el equipo económico que mejore la economía, que no se ve positiva.
Las retóricas de ambos partidos en los medios masivos desde 2018 se han alineado a extremos y han puesto un campo de batalla en el que los votantes somos conejillos de indias, peones de ajedrez, figuritas de plomo; todo eso menos verdaderos agentes de cambio o personas a quienes los partidos consulten.
Siguen considerándonos su propiedad. ¿Será?
La prueba está en la forma en que los partidos manejan la estructura de mando, cambio, recambio, postulaciones y remociones. Es un sistema en el que el votante está cada vez más lejos y el partido más alto. Nos hablan desde las radios, televisores y redes. Nos mandan señales de humo. Y los actos, los hechos son más que descarados, con poca ética. No somos llamados a participar en decisiones cruciales; deciden sin consultarnos.
Las promesas a la comunidad hispana que hoy celebra con bombos y platillos ser latinoamericanos, esas promesas de cuidar, defender, mantener y continuar, suelen caer en el olvido cuando oportunidades mayores llenan el ego y los intereses personales. Ahí concluye todo sueño de los votantes y se ven obligados a resignarse a lo que nuestros partidos decidan. Legislaturas y cortes solo alagarán los resultados, pero al final será eso, un largo trámite, y cuando salgan resultados, los votantes habrán muerto, se habrán mudado o mejor, se habrán olvidado; un recurso que tenemos para no sentir tanta rabia o desilusión. Mientras tanto, nuestros electos cantan las victorias de sus carreras, y parece que nuestros votos no existieron. ¿Combinan celebraciones y Elecciones? Los veo en las urnas.