Al ser humano como especie le ha tocado vivir a lo largo de la historia diferentes situaciones globales que han puesto en riesgo su salud, su economía y su estabilidad. En ocasiones estas situaciones han sido provocadas de forma directa o indirecta por la humanidad misma. Sucesos que han marcado de forma negativa la vida de muchas sociedades, y específicamente de muchas familias.
Actualmente vivimos en un momento histórico donde el distanciamiento físico y el miedo a un enemigo invisible marca de forma decisiva las relaciones humanas, donde el fallecimiento de familiares y amistades se ha vuelto más común de lo que nunca hubiésemos imaginado. Encontrándonos así frecuentemente ante diferentes pérdidas humanas y económicas.
La pérdida, es un suceso vital que va más allá del hecho concreto al que hace referencia. Perdemos algo cuando crecemos, cuando nos independizamos, cuando nos adaptamos a una situación, cuando se frustran nuestras expectativas, cuando terminamos una relación de amistad o de pareja, cuando nos desvinculamos de un trabajo, cuando perdemos nuestro estilo de vida habitual, cuando fallece un familiar. Estas situaciones generan en nosotros diferentes reacciones físicas, emocionales y psicológicas. Aunque cabe aclarar que estos eventos no necesariamente desembocan en un resultado negativo para la persona, ya que, en dependencia de la situación, de las expectativas sobre la misma y de la existencia o no de diferentes habilidades individuales como la resiliencia, la asertividad, la capacidad de afrontamiento y las habilidades emocionales van a facilitar o dificultar la resolución del conflicto interno generado.
Sin embargo, cierto es que existen pérdidas más esperadas que otras. Y esto representa en sí mismo un factor decisivo para la correcta asimilación de esta durante el proceso de duelo. Proceso psicológico en el cual la persona se tendrá que valer de sus herramientas personales y las redes de apoyo circundantes para lograr una resolución positiva del conflicto psicológico suscitado.
Habitualmente se hablan de 5 ó 7 etapas de duelo según la teoría en la cual nos apoyemos. Sin embargo, creo que las situaciones y emociones suscitadas ante un evento vital como el fallecimiento de hijos, abuelos, padres, amigos, parejas o hermanos puede ser de diferente intensidad y no necesariamente transitaremos por todas ellas. Por tanto, deberíamos poner énfasis en las que creo pueden ser decisivas para la correcta resolución del duelo.
La negación
Una etapa de confusión, ira y evasión de la realidad en la cual debemos y tenemos que tomar conciencia del hecho ocurrido y la veracidad del mismo. Ya que si negamos y huimos de algo difícilmente podremos enfrentarlo.
La negociación
Una etapa donde necesariamente manejaremos frustraciones, culpas y creencias irracionales, las cuales tendremos que superar y perdonarnos para poder comprender que existen situaciones que por muy dolorosas que sean no podemos cambiar.
Durante todo el proceso de duelo es normal sentir emociones como tristeza, enojo, miedo y culpa. Pero en dependencia de la comprensión lograda durante la etapa de negociación sobre la situación vivida, podremos desembocar en una depresión clínicamente hablando o en la aceptación del hecho.
Personalmente los exhorto a comunicar, y expresar sus emociones y sentimientos ya sea en un papel, en una pintura, en una canción o en una conversación. La vida rompe con nuestras expectativas y bloquea nuestros caminos en muchas ocasiones por lo que debemos ser flexibles y labrarnos cuantos caminos sean necesarios.