“No me quiten el derecho a protestar”, dice Martin Lynn, estudiante de posgrado en matemáticas e informática de Rhode Island College, y que, como muchos otros activistas en el país, quiere que otros comprendan la importancia de luchar por aquello en lo que se cree.
La década de los 60s a menudo se considera el apogeo del activismo estudiantil en los Estados Unidos, gracias a grupos como: Estudiantes por una Sociedad Democrática y el Comité de Coordinación de Estudiantes No Violentos, que se involucraron activamente para protestar contra las injusticias de su tiempo. Hoy, muchos estudiantes están volviendo al activismo en grandes cantidades, en todo el país.
Rhode Island College no es la excepción, pues muchos de sus estudiantes dan un 100% para defender los derechos de aquellos que no tienen voz. Y aunque en la actualidad, los grupos pueden tener nombres diferentes como Black Lives Matter (BLM), Sunrise Movement, etc., muchos de los temas siguen siendo los mismos: justicia racial, derechos de las mujeres, temas LGBTQI+ y defensa del medio ambiente.
Activismo con propósito
Brooxana Pierre, estudiante de RIC y activista de Black Lives Matter, sabe cómo se siente ser tratada de manera diferente solo por el color de su piel y su tipo de cabello. Y justo después de graduarse de la escuela secundaria, comenzó a sentir la necesidad de defender a su gente, de sensibilizarlos y educarlos sobre lo que es justo y lo que no. “El propósito de mi activismo es realmente mostrarle a la gente que las vidas de los negros sí importan. Necesitamos que nuestras voces se amplifiquen, porque nuestras voces y nuestros sueños son importantes”. Y agrega enfáticamente que vivimos en una sociedad que no es para las personas negras, que no está construida para ellos, y que es una sociedad que les dice constantemente que no importan.
Por otra parte, Martin Lynn dedica su tiempo como activista al Sunrise Providence Movement, un grupo juvenil nacional, dedicado a luchar contra el cambio climático, y que ha estado trabajando para entrelazar justicia social con problemas climáticos, no solo apoyando el liderazgo y la capacitación de BIPOC (negros, indígenas y personas de color) y LGBTQI+, sino también participando en la educación sobre el racismo sistémico en los Estados Unidos.
Lynn ha estado exhortando respuestas sobre el cambio climático desde que era un niño, preocupado por los gases de escape de los automóviles y, sorprendido con las respuestas de los adultos en su vida, se enteró de que estaba afectando no solo a los humanos, sino que también a los animales. Frustrado por aquellos adultos que le decían que no se preocupara porque alguien más se encargaría de solucionarlo, y después de obtener su título universitario en escritura y música en una escuela no tradicional, se dio cuenta de que ya no podía ignorar la situación.
“Esta es la mayor crisis existencial que jamás haya enfrentado la humanidad. La evidencia es inequívoca, lo que hay que hacer no se está haciendo. Si miras a tu alrededor y te das cuenta de que nadie lo está haciendo, te paras y dices: ‘Tengo que hacer algo al respecto’”, dice. Es en ese momento que se unió al Movimiento Sunrise, fundado en el 2017, en donde encontró una gran cantidad de personas que se sienten exactamente igual a él.
Si bien la organización a la que pertenece Lynn es bastante joven, Salena Gibbs está luchando, por una causa que se remonta a la era del activismo de los años 60 y 70, por los derechos de las mujeres. Ella es una estudiante de posgrado que actualmente está cursando su maestría en estudios de justicia social, y que se involucró en el activismo en el 2016. “RIC me introdujo al activismo”, dice. “Como estudiante de primer año, trabajé en el Centro de Mujeres y ahí es donde despegué”.
Gibbs siente que el activismo es importante para ella como mujer de color y como persona con depresión, que, en su caso, tiene sus raíces en la opresión; pues convertirse en activista fue la oportunidad de impulsar el cambio y tocar la vida de otras personas que padecen trastornos de salud mental. De igual manera, cree que es especialmente importante ahora, durante una pandemia y un período de mayor conciencia del racismo institucionalizado. “Aprendí que es necesario que haya más interseccionalidad e inclusión, para de hecho crear más equidad e igualdad al mismo tiempo”, explica.
Para Pierre, los momentos de cambio se encuentran en el poder de la unidad dentro de cada movimiento. Y cree que al luchar por nuestros propios ideales y estar conectados con los demás, por lo que realmente estamos luchando es por un grupo de personas, el mundo entero y la propia humanidad. “Siento que el momento definitivo en que una persona actúa, puede ayudar a mucha gente. Para mí y otras personas que dimos ese paso, hemos causado un impacto y alentado a otras personas a preocuparse más por estos temas”.
Marchando por la justicia social
Alentar a otros fue el propósito de la marcha Black Lives Matter desde el centro de Providence hasta la Casa del Estado que tuvo lugar el 5 de junio, y que según los informes podría haber sido la protesta más grande en la historia del Rhode Island. Pierre estuvo allí y sintió esa pasión y expresión de apoyo que tienen las personas cuando quieren ser escuchadas.
Ella recuerda que fue alentador ver a la policía empezar a marchar junto a los asistentes, “fue un día poderoso, a pesar de que todavía queda mucho trabajo por hacer, fue un gran sello en la historia para demostrar que no nos rendimos ni retrocedemos”, y a pesar del toque de queda y algo de lluvia, muchos activistas se quedaron hasta altas horas de la noche.
Para Gibbs, otra de las marchas que marcan el año 2020, y de las más memorables para ella, fue la celebrada el 19 de junio, donde una gran cantidad de personas de diferentes orígenes y movimientos se unieron, en la Plaza Kennedy de Providence, para conmemorar aquel día en 1865, cuando se proclamó la emancipación de la esclavitud en Texas, una fecha que ha adquirido una importancia cada vez mayor, e incluso muchos han pedido que se convierta en una conmemoración nacional. “Mirando a la multitud, nunca había visto a tanta gente que estuviera tan animada de ir a una protesta y creo que eso cambió mucho mi enfoque en lo que respecta al activismo”, dice.
Por otra parte, Lynn, quien no suele asistir a las protestas, pues es el tipo de persona que se queda en segundo plano asegurándose de que todos los demás puedan hacerlo, dice, que el asistir a la protesta en honor a Ruth Bader Ginsburg, un par de días después de su muerte, fue una experiencia que cambió su vida. “Fue bastante sorprendente. La gente estaba en sintonía y había muchas organizaciones que intentaban impedir que los jueces, quienes tienen antecedentes de prejuicios, ocuparan puestos de poder en el gobierno”.
Y cuenta que los discursos fueron tan increíbles que antes de finalizar la protesta, ambos senadores estadounidenses de Rhode Island emitieron una declaración conjunta sobre la nominación de la corte suprema de los Estados Unidos, que se convirtió en otra protesta una semana después. “Mucho de lo que me inspira no es solo lo que se dice o lo que sucede en la protesta, sino lo que sale de ella. El hecho de que estén ocurriendo más protestas y más medios las cubran, es algo realmente inspirador para mí. Significa que la gente se preocupa y quiere hablar sobre estos temas”.
Aprendizajes de un activista
Pierre cree que ser activista y participar en la historia que se está escribiendo en este momento, definitivamente le ha abierto los ojos para ver el sentir de la gente y cómo ha cambiado. Y que darle la cara a lo que es correcto la ha ayudado a utilizar su voz y pasión para defender las cosas que para ella importan. “Siento que esto me ha convertido en una persona más cariñosa y asertiva”, dice.
Para Lynn, su impulso hacia el activismo proviene de esa intensa necesidad de hacer el bien frente a una crisis. “Cuando veo una crisis, entro en acción y al hacer eso, he encontrado una gran comunidad de personas que sienten lo mismo, que están inspiradas para actuar de la misma manera y son tanto o más valientes que yo.” Pues siente que tiene mucho más poder y capacidad de hacer más cosas de las que cree, además enfatiza en que no es necesario ser el mejor en algo para marcar la diferencia.
A pesar de sus continuas batallas con la depresión, Gibbs se siente inspirada por personas que elogian su activismo y coraje. “Les escucho decir que los inspiro porque puedo salir de mi zona de confort y tratar de ser una líder y generar un cambio. Me dicen que es asombroso porque la mayoría de la gente está demasiado asustada para hacerlo”.
El activismo y las redes sociales
A pesar de que estos activistas son todavía bastante jóvenes, ya ven surgir otra generación tras de ellos. Según Lynn, la mayoría de los activistas con los que se encuentra ahora son bastante jóvenes: 16, 17 o 18 años. Que están demostrando su poder para cambiar el mundo y, tal vez no sea una sorpresa, pero las redes sociales se han convertido en una de sus herramientas más importantes. “Es casi imposible participar en activismo sin las redes sociales durante COVID. Pero creo que incluso fuera de COVID, es algo importante, y todo activista lo sabe”, recalca.
Las plataformas de redes sociales son las principales herramientas para mantener informados a los demás, ya sea sobre la ubicación de una protesta, sobre las acciones a tomar, intercambiar enlaces para peticiones o para animar a las organizaciones asociadas, ellos comparten pensamientos positivos a modo de mantener viva la esperanza en las personas, pues creen que están sucediendo tantas cosas que es muy fácil sentirse triste y estático.
También creen que el papel de los activistas mayores es cuidar de los jóvenes. “Asegúrense de que sepan que usted cree en ellos y los apoya”, dice Pierre. Muchos de estos jóvenes activistas, que no necesariamente tienen nociones de liderazgo, se están convirtiendo, sin embargo, en líderes, a través de la camaradería entre ellos, el apoyo de la comunidad y el deseo de defender su responsabilidad para abogar por sí mismos. Lynn está de acuerdo y concluye diciendo que personas mucho más jóvenes que él son quienes están liderando estos movimientos y él solo los apoya de la mejor manera posible.
Acerca de Rhode Island College: Establecido en 1854, Rhode Island College presta servicio aproximadamente a 8,500 estudiantes de pregrado y postgrado en sus cinco Facultades: la Facultad de Arte y Ciencia, la Facultad Feinstein de Educación y Desarrollo Humano, la Facultad de Negocios, la Facultad de Enfermería y la Facultad de Trabajo Social. Para más información, visite www.ric.edu.