Yanaiza Gallant personifica lo mejor de los docentes de Rhode Island. Ha dedicado su carrera a trabajar en algunas de las zonas con mayor pobreza de Rhode Island y logrado un exitoso récord en mejorar el rendimiento estudiantil en cada escuela en la que ha trabajado.
En esta parte II, Gallant habla sobre la enorme escasez de docentes y señala cómo la COVID-19 no solo interrumpió el aprendizaje de los estudiantes, sino que también provocó un aumento en los problemas de salud mental entre ellos. De igual manera, apunta a los problemas sistémicos del sistema educativo estadounidense y señala, como directora, cómo podría ser una verdadera reforma educativa.
Un informe investigativo 2022 concluyó que hay al menos 36.000 vacantes para docentes a nivel nacional, junto con al menos 163.000 puestos que ocupan profesores poco cualificados. ¿Por qué hay tal escasez de profesores?
Hace veinte años, todo el mundo deseaba ser profesor porque era una profesión respetada. Hoy en día, se espera que los profesores sean ideales en todo para todos, y simplemente no podemos hacerlo. Carecemos de los recursos y el apoyo necesarios.
Puede que estés enseñando en una escuela con 350 estudiantes y solo haya un trabajador social, si se tiene suerte. Estamos viendo problemas de salud mental como nunca antes habíamos visto. ¿Qué hacer cuando solo tienes un trabajador social para más de 300 estudiantes? Todo lo que haces es ser reactivo y usar pañitos de agua tibia, pero jamás podrás aliviar ninguno de los problemas de conducta. Es necesario reconsiderar los servicios sociales dentro de nuestros entornos escolares, que generalmente son lo primero que se recorta, aunque sea lo que más se necesita. Además, debemos considerar agregar profesionales de salud mental a nuestro presupuesto.
Cuando los profesores dicen que están agotados, comprendo perfectamente cómo se sienten. De la misma manera que un padre de familia pone sus manos sobre su cabeza y dice: “No sé qué hacer. Me siento impotente”, así se sienten los maestros 26 veces por los 26 alumnos de su clase a quienes no tienen la capacidad de ayudar. Muchos de ellos abandonan el campo porque empiezan a sentirse incapaces y que no pueden hacer nada para solucionar esas problemáticas. Entraron en la profesión para ayudar, pero empiezan a sentir que toda la carga recae sobre sus hombros, ven que las cosas empeoran y empiezan a cuestionarse su capacidad de ayuda.
Necesitamos devolver ese respeto por la profesión. Requerimos respetar lo que hacen los educadores y lo que se espera que logren.
¿Son los salarios de los docentes un factor que contribuye a esa escasez?
Siempre defenderé el aumento de los salarios a los educadores. Creo que a los docentes de Rhode Island les va bien; sin embargo, hay docentes en el sur que tienen dos o tres empleos de medio tiempo para pagar el alquiler. Afortunadamente, no estamos en esa situación, en Rhode Island ganamos un salario digno.
En última instancia, no entramos en esta profesión por el dinero. La docencia no es un trabajo; es una vocación. Lo hacemos porque nos encanta, por eso digo que, si se recupera el respeto a la profesión, la retención escolar sería muy diferente. Amamos el papel, amamos la carrera, sabemos que es necesario, pero también entendemos que no podemos hacerlo solos. Necesitamos sentir una salud mental y física positiva, al igual que, establecer infraestructuras y políticas que respalden nuestro trabajo en lugar de obstáculos en nuestro camino.
¿Podría hablarnos de los problemas específicos de los distritos escolares urbanos, donde el agotamiento de los docentes es particularmente alto?
El sistema escolar estadounidense se ha construido sobre la opresión de las personas marginadas. Es parte de nuestra historia. Las escuelas urbanas se enfrentan en drásticas y terribles deficiencias, como son la pobreza, las desigualdades en materia de salud y la forma en que se financian sus escuelas; todo lo cual afecta la capacidad de aprendizaje de los estudiantes. Son instituciones que a menudo no reciben suficiente financiación, lo que genera menos recursos para estudiantes y maestros y falta de acceso a programas y servicios críticos.
Existen políticas que dejan a los estudiantes rezagados. Un estudiante que llega a este país y aún no domina el inglés se ve obligado a realizar un examen de matemáticas para determinar su grado escolar. Si yo fuera a otro país donde no hablara el idioma, y me hicieran tomar una prueba como esa, parecería bastante incompetente a pesar de que soy muy inteligente. Sin embargo, esta es una de nuestras políticas.
Tenemos oportunidades increíbles, como la educación y los recursos gratuitos, aun así, no los empleamos de manera equitativa, ni los utilizamos para elevar el nivel de las personas. Creo que no existe una brecha de rendimiento, sino lo que suele ser una fisura en las oportunidades debido a la realidad de la injusticia sistémica.
También es usted una firme defensora de utilizar otros medios, que no sean las pruebas estandarizadas, para describir el éxito estudiantil.
Estoy totalmente a favor de recopilar y analizar datos para comprender en qué etapa de desarrollo se encuentra un niño; sin embargo, debemos asegurarnos de que las herramientas que utilizamos también destaquen sus fortalezas.
Clasificamos el éxito de una escuela con estrellas; es casi como una reseña de Yelp. En lugar de mostrar estrellas, examinemos los datos demográficos. Echemos un vistazo a esta escuela que tiene predominantemente estudiantes multilingües y aprendices de una segunda lengua, y observemos el crecimiento que han tenido. Actualmente, utilizamos los puntajes de las pruebas estandarizadas para medir la competencia y el crecimiento. ¿Qué tal si utilizamos el punto de referencia del estudiante para medir su crecimiento?
Si tengo un estudiante de quinto grado que ingresó a nuestra escuela con un nivel de competencia de primer grado, y logró un progreso de tres años en un año; al estar en quinto grado, realiza una prueba estandarizada de ese nivel, por lo cual no se le considera competente. Es decir que, los tres años de crecimiento y todas las intervenciones y todo el trabajo duro cuentan como cero porque no cumplió con las expectativas. Realmente necesitamos repensar la forma en que describimos el éxito en las escuelas.
¿Cómo sería para usted una verdadera reforma educativa?
Una verdadera reforma se centraría en el niño en su totalidad, no en un número. Tuve la fortuna de ser directora de la escuela primaria Orlo Avenue en East Providence, la cual se consideraba una escuela “prioritaria”, es decir, una institución de bajo rendimiento. Cuando llegué, los padres estaban sacando a sus hijos de la escuela y los llevaban a otra. Acepté con gusto ser directora porque era un desafío.
Ese primer año tuve que sentarme con el Departamento de Educación de Rhode Island y desarrollar un plan para los primeros seis meses. Me preguntaron: “¿Cómo van a aumentar su índice de competencia en las puntuaciones de los exámenes?”. Dije: “Ese no es mi objetivo en este momento”. Sentí que, si no construíamos relaciones con la comunidad escolar, creando un ambiente acogedor, y si no les dábamos a los estudiantes la oportunidad de ser el corazón de la misma; poco me interesa si eres un maestro increíble, los niños no aprenden de personas que no les agradan y en las que no confían.
Cuando convencí a nuestros estudiantes y padres de que eran bienvenidos, amados, cuidados y respetados, nos encaminamos. Salimos del estatus de “prioridad” en cinco años, algo inaudito. Hizo falta un sistema de creencias y una sola oportunidad para que la comunidad se sintiera realmente bien consigo misma, además de cambiar la narrativa de ser una “mala escuela” a centrarse en nuestra grandeza.
Pasamos de un porcentaje de 5 en todo el estado a uno del 50. Tuvimos aumentos triplicados en comparación con nuestros colegas. Logramos lo imposible. Una experiencia que fue quizás el punto cumbre de toda mi carrera. Personalmente, nunca trabajaría en otro lugar que no fuera un distrito escolar urbano. Fue donde me eduqué, es lo que amo y quiero recompensar a otros.