Democracia, para mí, es uno de esos términos o conceptos que todos creemos saber explicar y del cual pensamos que es algo sencillo de entender y practicar, pero, debemos admitir que no es tan fácil esclarecer su esencia debido a las diferentes interpretaciones y, porque no, acomodaciones que ha tenido en el transcurso de la historia. El reconocido y ya desaparecido politólogo italiano, Giovanni Sartori, en su libro ¿Qué es la Democracia?, nos dejó la siguiente definición, “hay democracia cuando existe armonía entre gobernantes y gobernados y el Estado está al servicio del pueblo y no lo contrario”. Con relación al tema, recuerdo una de esas preguntas que hacen mis estudiantes, ¿profesor, qué sistema de gobierno es mejor, el socialismo o la democracia? Con cautela y respeto, siempre respondo que el problema no son los sistemas sino las personas que están al mando de estos.
Analizando el tema, considero que, si el socialismo fuera la panacea, en la República Democrática Alemana no hubiesen tenido la necesidad de construir el famoso Muro de Berlín, los cubanos no escaparían en balsas de la isla y los venezolanos, no todos, hubiesen abandonado su país. Tampoco considero que la democracia sea lo mejor, ya que, bajo el manto de sus bondades, no pocos dictadores, disfrazados de demócratas, se han escondido y se siguen escondiendo, con el pretexto de defender y hacer respetar la democracia, cuando en verdad lo que hacen es perpetuarse en el poder. Insisto, entiendo la democracia como participación, pero creo que el pueblo no está participando, unos pocos están decidiendo por las mayorías, muy grave que los ciudadanos no ejerzan su derecho al voto, pero más grave aún que la democracia se esté convirtiendo en una fábrica de mentiras, y, digo fábrica de mentiras debido a las calumnias que se difunden en cada proceso electoral.
Sin lugar a dudas la democracia la tienen secuestrada las redes sociales, esto porque la moda es trabajar en sitios web reproduciendo mentiras sin importar el daño que se pueda causar. De mi madre aprendí que una mentira sólo se sostiene con otra mentira, y la democracia la están convirtiendo en eso, en una mentira, por eso, algunos políticos degenerados, acuden a las fábricas de mentiras para desacreditar al otro, hiriendo de muerte cada vez más la pobre y desvencijada democracia. Otrora se hacían discursos elocuentes llenando las plazas públicas con el firme propósito de cautivar a los electores, hoy la moda es fabricar mentiras en la web. De mi parte considero que es el momento de rescatar la participación y, nada mejor que educar las futuras generaciones como verdaderos demócratas. Que mal ejemplo estamos dando a niños y jóvenes reproduciendo mentiras y chistes de mal gusto en las redes sociales, ridiculizando y excluyendo por motivos de etnia, sexo, credo o condición social.
Reconozco y confieso, en estas líneas, que he sido uno de esos tantos ciudadanos abstencionistas en los últimos procesos electorales, y no he ido a las urnas porque no me he sentido representado en estos politiqueros, la mayoría corruptos, pícaros, descendientes de los mismos caciques o varones electorales, para mí, no sé para los demás, es muy triste saber que se siguen eligiendo los mismos con las mismas mañas. Pero, más triste aún que haya ganado quien haya ganado debo trabajar igual, continúo con las mismas deudas, pagando arriendo y unos servicios públicos costosísimos, de la canasta familiar ni hablar. Ahora, soy consciente que las urnas son el altar de la democracia, esta vez iré a votar, pero permítanme hacer a continuación una pequeña reflexión, ofreciendo excusas de antemano, ya que no pretendo herir susceptibilidades.
El voto de opinión, aquel voto racional, consciente e inteligente, está cada vez más lejos de los electores, no de todos, pero sí de la mayoría. Quienes tienen voto de estómago, algunas veces votan por aquel que da lechona y en las próximas elecciones por quien da tamal, para después votar por el sancocho o el refrigerio, se pasan la vida votando con el estómago y no con la cabeza. Triste democracia la nuestra, puede más la barriga que el cerebro. Imposible negar que los últimos meses de campaña, o mejor los últimos días, abundan las reuniones con líderes barriales, y, como por arte de magia, los políticos suben a los barrios más empinados de las ciudades, abrazan la gente, reparten besos a diestra y siniestra, sonríen, ah, con seguridad que nadie, absolutamente nadie, se queda sin estrechar la mano del político, lógicamente, una vez cada cuatro años. Terminada la reunión, el político siempre se despide diciendo, “ustedes saben que yo no los olvido y que las puertas de mi oficina están abiertas de par en par, me buscan a la hora que sea”. Los invito a pensar bien y saber elegir, es el momento de escuchar las propuestas, no reproduzcamos más el circo electoral.