“Un minuto después de la última explosión, más de la mitad de los seres humanos habrá muerto, el polvo y el humo de los continentes en llamas derrotarán a la luz solar, y las tinieblas absolutas volverán a reinar en el mundo.
Un universo de lluvias anaranjadas y huracanes helados invertirá el tiempo de los océanos y volteará el curso de los ríos, cuyos peces habrán muerto de sed en las aguas ardientes, y cuyos pájaros no encontrarán el cielo”. Así empezó el discurso del Nobel, Gabriel García Márquez, el seis de agosto de 1986 en Ixtapa, México, ante mandatarios y primeros ministros del mundo, en la conmemoración del cuadragésimo primer aniversario de la bomba atómica lanzada contra Hiroshima.
“En términos caseros, esto quiere decir que cada ser humano, sin excluir a los niños, está sentado en un barril con cuatro toneladas de dinamita, cuya explosión total puede eliminar doce veces todo rastro de vida en la tierra. Ahora, mientras almorzamos se construyó una nueva ojiva nuclear”.
Más claro y contundente imposible, lo peor es que la situación en nada ha cambiado, la carrera armamentista crece cada día, siendo más los países que poseen la bomba atómica.
Como la historia fue mandada a recoger de los claustros académicos, las nuevas generaciones poco o nada saben de las bombas atómicas que los Estados Unidos de Norteamérica lanzaron en 1945, contra Hiroshima y Nagasaki, ciudades japonesas. Quiero, con mucho respeto, invitar a mis lectores a leer “El Diario de Ana Frank”, un texto que para mí da muestras fehacientes de lo que es una guerra, lo digo porque Europa sí sabe qué es una guerra, ellos han padecido y escuchado el ruido de bombas y aviones de guerra atacando por todos lados.
Con relación a las bombas atómicas yo pregunto, ¿cómo pudo dormir y vivir tranquilo quien ordenó y ejecutó semejante desastre humano?
No estaba tan perdido Gabriel García Márquez en su discurso al proclamar la necesidad de construir la paz, como tampoco se equivocó hace pocos días el Nobel Mario Vargas Llosa al escribir en El País de España “la Guerra de Putin”, allí cuestiona la salud mental del mandatario ruso, quien se deja llevar más por sus impulsos emocionales que por las estrategias de la guerra. Igual ocurre con Kim Jong-un, mandatario norcoreano, quien juega a la guerra de manera desafiante.
De la misma manera que Rusia y Corea del Norte, hoy la China está tomando visos de dictadura, Xi Jinping se aferra cada vez más al poder de manera desafiante hacia occidente.
No pretendo ser catastrófico ni ave de mal agüero, sino muy realista frente al tema, mientras el mundo está distraído con conciertos, partidos de futbol, youtubers, y el ser humano imbuido en teléfonos móviles de alta gama, la tercera guerra mundial, como algunos la han denominado, está cada vez más cerca.
Me llamó la atención el tema al leer en el periódico El Colombiano (octubre 13 de 2022) un artículo bajo el título de “Football: así opera el maletín nuclear que siempre carga Biden”. “Gracias a un pesado maletín de cuero apodado ‘football’ -y una tarjeta de identificación llamada galleta- en cuestión de minutos, desde donde sea que se encuentre, el presidente de los Estados Unidos de Norteamérica puede lanzar un ataque nuclear”.
Es irrisorio que el mundo entero dependa de una maleta y una galleta explosiva para que en cuestión de segundos quedemos todos chamuscados y reducidos a cenizas incandescentes.
“El contenido del maletín que pesa veinte kilos y que está reforzado en acero, no contiene un botón rojo sino un sistema de códigos, los cuales se activan mediante la identificación que se hace a través de ‘galleta’, un soporte plástico del tamaño de una tarjeta de crédito”. El enigmático maletín permanece siempre a escasos metros del presidente, esté donde esté, un avión, un ascensor, un recinto cerrado o en la calle; los cuatro años de su mandato lo acompañará.
El comercio del terrorismo suicida es un empresa tan grande y rentable que dudo mucho se logre acabar, no es un secreto que la guerra sea un negocio demasiado rentable, y, que la polarización entre buenos y malos, derechistas e izquierdosos, dictadores y demócratas, cada vez socaba más el odio de unos para con otros.
Bien se ha dicho siempre que la guerra la inventaron para hacer el mal, nunca el bien, ahora, también está claro que en la guerra se enfrentan y masacran personas que no se conocen, y que de ella sacan provecho personas que, se conocen pero no se enfrentan, qué ridiculez.
Termino volviendo al discurso del Nobel Gabriel García Márquez, “…un gran novelista de nuestro tiempo se preguntó alguna vez si la tierra no será el infierno de otros planetas.
Tal vez sea mucho menos: una aldea sin memoria, dejada de la mano de sus dioses en el último suburbio de la gran patria universal. La carrera de las armas va en sentido contrario a la inteligencia”.
Pd; ojalá que algún día aciago esa “galleta explosiva” no caiga en manos de un fanático desquiciado que, fungiendo como presidente del país más poderoso del mundo, nos lleve a la peor de las catástrofes humanas.