SEXUALIDAD Y EL PRIMER TRIMESTRE DEL EMBARAZO
Hablar de sexualidad durante el embarazo aún incomoda en muchos espacios, incluso entre parejas. En algunas culturas, se piensa que es un tema prohibido, o peor aún, que ya no tiene cabida una vez que la mujer queda embarazada. Pero la verdad es otra: la sexualidad no desaparece, se transforma. Y cuando se vive con conciencia, puede ser un canal profundo de amor, conexión y cuidado mutuo.
Transitando mi primer embarazo, he vivido en carne propia esos cambios físicos, mentales y emocionales que una mujer experimenta desde el momento en que sabe que está gestando vida. Mi cuerpo ha cambiado de formas que jamás imaginé: mis senos más sensibles, el cansancio constante, las náuseas, y un deseo sexual que un día sube como una ola fuerte y al siguiente se desvanece como la bruma. Y aprendí que eso está bien. Porque incluso los días en que solo quiero estar sola, también estoy amando. Amarme también es amor.
En el primer trimestre, el cuerpo de la mujer atraviesa una revolución. Las hormonas como la progesterona y los estrógenos se elevan drásticamente, y eso afecta tanto al deseo como al estado de ánimo. Desde la neurociencia, entendemos que el cerebro reacciona a estos cambios con una mezcla de señales nuevas: algunas mujeres sienten un aumento del deseo, otras una disminución, y muchas experimentan una mayor necesidad de intimidad no sexual: abrazos, contención, palabras suaves.
La mente también se transforma. Aparecen miedos, dudas, cambios de humor. El alma entra en una etapa de expansión: comienza a prepararse para convertirse en madre. No es solo un proceso físico, es una transformación espiritual. Y, en medio de todo esto, la sexualidad puede continuar siendo una fuente de ternura, conexión y descanso.
En consulta, he acompañado a muchas parejas. Recuerdo a Laura y Carlos, quienes esperaban a su primer hijo. Laura se sentía desconectada de su cuerpo, decía que ya no se reconocía frente al espejo. Carlos, por su parte, la miraba con amor, pero tenía miedo: “No quiero hacerle daño al bebé”, me confesó. Lo primero que hicimos fue aclarar que, si el embarazo es saludable y el médico no indica restricciones, tener relaciones sexuales es completamente seguro. El bebé está protegido dentro del útero, y la intimidad —cuando es deseada por ambos— puede ser una fuente de bienestar emocional.
Desde el punto de vista del hombre, también hay transformaciones. Aunque su cuerpo no cambia, su identidad sí. Se despiertan emociones nuevas: orgullo, ansiedad, inseguridad, alegría y también miedo. El hombre también necesita contención, y muchas veces no se le ofrece. Es común que no sepa cómo acompañar a su pareja en esta etapa. Por eso, es vital abrir espacios de comunicación donde ambos puedan hablar de cómo se sienten, sin juicio.
La sexualidad en este primer trimestre puede vivirse de formas distintas: algunas parejas siguen teniendo encuentros frecuentes, otras optan por el afecto físico no sexual, como masajes, duchas juntos, o simplemente dormir abrazados. No hay una fórmula correcta, pero sí debe haber respeto mutuo, consentimiento y mucha paciencia.
También es necesario romper con los mitos: “el sexo daña al bebé”, “la mujer embarazada no debe tener deseo”, “si ya están esperando un hijo, ya no necesitan intimidad”. Todo esto es falso. El cuerpo cambia, sí, pero el deseo no desaparece, solo necesita ser escuchado y comprendido desde su nueva expresión.
Desde mi fe, creo firmemente que Dios nos creó para amar en cuerpo y alma. La Palabra nos dice: “Y serán una sola carne” (Génesis 2:24). Ese diseño divino no desaparece con el embarazo, al contrario, se profundiza. Amar a tu pareja, tocarla con cuidado, hablar desde el corazón, es también honrar ese milagro de vida que están esperando juntos.
Eso sí: cada cuerpo es distinto, y cada embarazo es único. Siempre consulta con tu médico antes de tener relaciones sexuales, especialmente si hay antecedentes médicos, sangrados o embarazo de alto riesgo. Tu salud y la del bebé son prioridad.
Esta columna es solo el comienzo. En las siguientes entregas, exploraremos cómo cambian la sexualidad, el cuerpo, la mente y el alma en el segundo y tercer trimestre, y también en el postparto. Porque la sexualidad durante el embarazo no termina: evoluciona, se adapta y, sobre todo, enseña.
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