El tiempo es un invento humano, el tiempo no existe, los seres vivos habitan un espacio, el sol, la luna y los astros son los mismos, pero, la manía del hombre de querer medir y controlarlo todo llevó a la existencia de las horas, los minutos y los segundos. Está comprobado que el hombre puede vivir sin tiempo, es el caso de los Tuareg, un pueblo nómada del desierto del Sahara que vive libre, comen cuando tienen hambre, caminan sin prisa y, duermen cuando están cansados, nunca piensan en haber llegado tarde a una cita, solo les importa estar bien y vivir en paz.
Contrario al resto del mundo donde los horarios se convierten en medidas esclavizantes y muchas veces fatigosas, los Tuareg no tienen años, no saben cuándo nacieron, ellos no envejecen, viven, aducen tener tiempo no relojes, a nosotros las actividades nos cansan con solo mirar el reloj, saber que falta mucho nos desanima, como también saber que falta poco. Estoy por pensar que con la medición del tiempo nació el estrés, y, los desesperos por llegar donde a veces nadie nos espera.
“Me preocupa que me estoy poniendo viejo, y ahora es cuando veo las cosas más bonitas (bis). Quisiera parar el tiempo compadre, para que no se envejezca mi vida (bis). Me preocupa que me voy a envejecer, y no puedo tener las cosas que quiero (bis)”. Así dice la canción “no quiero envejecer”.
Cuando vivimos prisioneros del tiempo nos da miedo envejecer, obvio que los años arrugan la piel, pero, olvidamos que la injustica y la inequidad nos arrugan los sentimientos, pensamos mucho en lo material poco en lo espiritual. El último día del año faltando pocos minutos para que este se convierta en pasado, nos invade algo raro, sentimos unos deseos inmensos de contar, tres, dos, uno, cero… ¡y como por arte de magia! entramos a un nuevo año. El almanaque viejo se rompe, se cuelga el nuevo y en cuestión de segundos nos sentimos renovados, borrón y cuenta nueva. Eso sí, este nuevo año seremos más viejos, así lo dice el tiempo.
Como buenos políticos vienen las promesas para el nuevo año, este año voy a dejar de fumar, que vicio tan pendejo; iré al gimnasio y haré mucho deporte, saldré a trotar en las mañanas y a la ciclo vía los fines de semana; comeré más saludable, esta vez sí voy a hacer una dieta rigurosa comiendo frutas y verduras, no tanta grasa; pagaré todas las deudas y empezaré a ahorrar, debo manejar mejor mis finanzas; menos rumba y licor, buscaré otras formas de socialización; pasaré más tiempo con mi familia, debo acercarme más a los míos; viajar, ese es mi sueño, conocer muchos lugares; ser buena persona, menos caprichoso y más comprensivo… algunas personas verbalizan sus buenos propósitos, otros en cambio los guardan con llave en su mente mientras se comen las doce uvas, llenan los bolsillos de lentejas y monedas, barren la casa con la intención de sacar las malas energías, prenden una vela blanca en medio de espigas de trigo para la buena vibra, pelan tres papas y las meten debajo de la cama al igual que un vaso de agua con un huevo. Previo a lo anterior, esparcen el sahumerio por toda la casa, se ponen los cucos amarillos y a correr como locos con una maleta vacía por toda la cuadra. ¡Qué idiosincrasia la nuestra!
Yo diría que la mejor promesa que debe hacerse uno siempre al empezar el nuevo año, es no generar problemas, ¿y, ¿cómo hacerlo?, muy fácil. “Pollo peletas, donde no te llamen no te metas”, no se metan donde nadie los ha llamado, cuántos problemas se ganan algunos por metidos, imprudentes o inoportunos. Nada mejor que ser cautos. Otra idea, “es mejor callar que locamente hablar”, si no pidieron su opinión, quédese callado, debe ser que sus ideas, juicios o pareceres no hacen falta, ahora, es bueno tener en cuenta las palabras del rey Lear en una obra de Shakespeare, “prefiero ser rey de mi silencio, que esclavo de mis palabras”. Y la última, “haz el bien sin mirar a quien”, no puedo negar que quedé asombrado al ver cómo, en navidad, una gran cantidad de entidades y personas, pedían regalos para los niños pobres, debo admitir que es una causa justa, loable y altruista, pero, antes de dar algo se deben apagar las cámaras, bastan las buenas intenciones, lo demás es teatro.
Como sucede casi siempre, pasados algunos días las promesas empiezan a ser incumplidas y casi todo queda aplazado, algunos hasta se olviden de aquello que prometieron. Ahora, sin pretender ofender o meterme en vidas ajenas, considero que lo importante no deben ser promesas materiales, sino cómo vivir en paz consigo mismo y con los demás, no se trata de discursos sordos o palabras de autoayuda, no, la idea es ser auténticos, ser uno mismo, no imitar tantos a los demás o querer ser como aquel.
El día que cada quien asuma su rol sin pensar tanto en aparentar o en el “qué dirán”, la sociedad mejorará, no debemos hacer tantas cosas sin sentido solo por agradar a los demás o para que no hablen mal de nosotros. No más ceremonias tontas ni promesas incumplidas como politiqueros baratos, la mejor promesa para este año que comienza es vivir y dejar vivir, “a palabras necias, oídos sordos”.
Pd. Lo mejor para todos en este año, de mi parte un fuerte abrazo.