Hace pocos días escuché a alguien mentir con tanta facilidad que, la verdad, quedé anonadado, asombrado, sin saber que pensar ni que decir, no cabe en mi cabeza como algunas personas mienten y para ellos es como si eso fuera algo natural. Después que mi compañero acababa de mentir, de forma inmediata mi cerebro rebobinó y trajo a la memoria la frase que tanto repitió mi madre cuando quería saber algo, “el que miente roba”.
Lo cierto es que nuestros padres y abuelos asociaban la mentira con algo tan asqueroso que acababa la honestidad y en muchas ocasiones la honra de las personas, fue por eso que promulgaron la verdad por encima de lo que fuera y, sin importar lo que pudiere causar.
Dicen quienes saben o tienen experiencia que, la primera palabra que pronuncia un bebé regularmente es, papá o mamá; pero a medida que crece el infante, su mundo comunicativo se amplía, grabando y repitiendo lo que otros dicen o hacen. De ahí, la importancia de educar en valores, ya que un niño en formación es como un árbol recién plantado, el árbol se poda y se riega, el niño se forma con el ejemplo y los buenos modales.
Desgraciadamente en algunos hogares lo primero que se puede aprender es a mentir. Cuántas veces frente a alguien que espera a la puerta o está al otro lado de la línea telefónica, se le advierte al niño: “diga que no estoy”.
Mentir se ha vuelto algo tan cotidiano que hay quienes terminan creyéndose sus propias mentiras sin tener en cuenta que, una mentira sólo se sostiene con otra mentira, no faltan quienes acostumbran a poner a Dios por testigo, como prenda de garantía al momento de mentir para hacer más seria su mentirosa afirmación.
Otros, aseguran que su mentira es tan pequeña que se puede catalogar como piadosa, desconociendo que la mentira sea del tamaño que sea es una mentira y punto… ah, y “el que miente roba”, eso decía mi madre. Y aplica para todo, estoy convencido que el amor que muere por mentiras y traiciones no resucita, ni vuelve a su estado normal con tan solo una disculpa, para mí la mentira es tan perjudicial que mata la confianza.
Cuando mentir se convierte en algo tan cotidiano, también se hace fácil intrigar ante alguien con dinero, corromper con regalos u otros ofrecimientos para la consecución de unos fines propuestos, haciendo honor a la figura del soborno.
Como ser humano admito que he mentido y creo que no pocas veces, aunque me da pena aceptarlo escribiendo estas líneas, me arrepiento, la verdad siento vergüenza. Ahora, frente a la mentira algo me sucede, no sé qué tengo en mi rostro, pero mi cara no me deja mentir, cuando algo o alguien no me simpatiza mis ojos me delatan, es cierto, los ojos, en algunas personas, dicen todo. El mentiroso lo primero que domina es la mirada, ya que el primer reflejo de la mentira son sus ojos.
Frente a esta debilidad humana llamada mentira, viene a mi mente una historia socrática; cuenta la historia que, estando Sócrates sentado en medio de la multitud, que siempre lo rodeaba, uno de sus discípulos le dijo, -maestro debo decirle algo de mi amigo-. A lo que Sócrates preguntó, -¿estás seguro que lo que vas a decirme es cierto?, ¿es algo noble y bueno que yo deba saber?, ¿es útil para mí aquello que vas a decirme? Lo cierto es que gran parte de la humanidad vive preocupada más por lo que hagan y digan los demás que por su propia vida. El tema que a mí hoy me preocupa, no es que sean metidos en la vida de los demás, sino que sean mentirosos, embusteros.
Desde que tengo uso de razón, he escuchado y leído que la gran preocupación de los gobiernos en Colombia ha sido la pobreza y el desempleo, en sus campañas sin distingo alguno, los diferentes candidatos se conmueven ante las cámaras de televisión reprochando la pobreza y gesticulando con cara de angustia el que algunos ciudadanos vivan en medio de tanta pobreza y rodeados de tantas carencias. En tiempos electorales es común ver candidatos visitando barrios pobres y humildes, donde las necesidades no siempre son físicas sino también afectivas, pero, pasa el día de las elecciones y nunca más se vuelven a ver, no contestan el teléfono y menos asisten a reuniones para escuchar a la comunidad. Quienes alcanzan a ser elegidos se posesionan en medio de discursos elocuentes, señalando la ruta a seguir para mejorar el nivel de vida de algunos ciudadanos, a quienes les falta lo necesario.
No tiene sentido legislar más en contra de los corruptos mentirosos, para qué más leyes, decretos, resoluciones o similares sino se educa desde la infancia a quienes en el futuro serán los gobernantes regionales o nacionales. En esta contienda electoral que vivimos en Colombia, el mejor consejo es mirar a los candidatos a los ojos cada vez que hagan una promesa. El asunto es de formación, y realmente no es tan complejo; sólo basta con enseñar a respetar el lugar del otro, a no colarse en las filas, a decir la verdad por encima de todo, a luchar por las metas sin necesidad de sobornar, a no coger lo ajeno… Colombia está ávida de genios, pero de genios pedagogos que ayuden a moldear la sociedad del futuro, donde no sea necesario el control, sino que el ciudadano obre por convicción y no por temor al castigo. La verdad por encima de lo que sea.
“Lo curioso al tratar de develar una mentira, es que mientras la descubres, terminas enterándote de las otras mentiras que sostenían la que querías descubrir”.