“Había una vez una rosa roja muy bella, reluciente, quien se sentía maravillada al creerse la rosa más bella del jardín, era resplandeciente, sus pétalos y hojas brillaban, estaba muy orgullosa; sin embargo, se percató que la gente la miraba de lejos, nadie se le acercaba. Un día cayó en cuenta que a su lado siempre había un sapo grande, feo y oscuro, y, que tal vez, era esa la causa por la que nadie se acercaba a verla de cerca. Indignada ante lo descubierto, le ordenó al sapo que se fuera de inmediato, que la dejara sola; el sapo muy obediente dijo: está bien, si así lo quieres. Poco tiempo después el sapo pasó por donde estaba la rosa quedando sorprendido al verla totalmente marchita, con sus hojas y sus pétalos totalmente roídos.
El sapo le dijo a la rosa, -vaya, que mal te ves. ¿Qué te pasó? La rosa muy confundida contestó, -desde que te fuiste, hormigas, abejas, orugas, gusanos, langostas y muchos insectos más me han maltratado día a día, nunca pude volver a ser igual. El sapo le respondió, -pues claro, cuando yo estaba aquí me comía todos esos insectos para protegerte y darte tranquilidad, cuidaba tu belleza, por eso siempre sobresalías, pero, tú me echaste”. Este cuento, “la rosa y el sapo”, del escritor español, Eloy Moreno Olaria, se lo relaté a mi amigo y colega, vía telefónica, con la intención de darle argumentos para dialogar con uno de sus estudiantes, quien estaba padeciendo una decepción amorosa.
Me contó mi amigo que el estudiante se notaba cabizbajo y muy deprimido; ya en la cafetería en medio del diálogo, el joven manifestó que su novia había empezado a ir al gimnasio y allá, supuestamente, encontró un hombre físicamente más apuesto. Lo peor fue que ella le dijo a una amiga en común que lo dejaba porque el otro era más lindo, en otras palabras, lo dejó por feo. El estudiante, ahora, no solo llora por el desprecio sino de saber que además es feo, doble dolor. ¡Cuidado!, las palabras son como las flechas, una vez pronunciadas pueden causar mucho daño, de ahí que debamos pensar muy bien antes de hablar.
Una sola palabra puede destruir una persona y llevarla a la mínima expresión. Por vocablos mal dichos han estallado guerras entre diferentes pueblos.
En muchas ocasiones despreciamos a los demás por creer que somos más que ellos, más apuestos y, sobre todo, más sobresalientes, ya sea física o intelectualmente; iluso aquel que cree que el otro no sirve para nada y lo descarta por feo. De mi parte considero que todos tenemos algo que aprender de los demás o algo que enseñar, nadie debe despreciar a nadie.
Las personas no deben discriminarse, y menos por su aspecto físico, todos en la naturaleza cumplimos una misión, para algo fuimos creados. ¡Vanidad de vanidades!; hoy más que nunca me siento obligado a repetir una frase del poeta, Julio Flórez, frase que usé hace ya muchos años en otro artículo. “No os enorgullezcáis, niñas hermosas, porque líneas tenéis esculturales: vuestras carnes se pudren, y, en las fosas, todos los esqueletos son iguales“. (XXII Gotas de Ajenjo). Muy triste pensar que una mujer solo se fije en los atuendos físicos del hombre que admira, debe ser muy mermada, esto porque los sentimientos se respetan y no deben subvalorarse, los sentimientos no están en el aspecto físico del ser humano sino en su interior, en su unidad cerrada y sellada.
Debemos aprender a valorar la presencia del otro, nunca creer que somos autosuficientes, lo digo porque muchas personas valoran al otro cuando ya lo perdieron, como le sucedió a la rosa del cuento, por eso, no especulemos ni hagamos prejuicios. Ahora, si alguien considera que una persona poco o nada le aporta, nunca debería ultrajarlo con insultos o desprecios, lo mejor es retirarse con dignidad sin causar el menor daño, porque todo lo malo se devuelve, (Karma) eso es claro. Nadie está obligado a compartir con el otro si no quiere, en este caso la rosa lo hizo por vanidad, por pensar que el otro es un estorbo, sería bueno que muchos jóvenes, y adultos, pensaran en valorarse más y no creer que esa persona que los desprecia es la única opción.
Volviendo al caso que nos ocupa, afortunadamente mi colega, profesor, logró estabilizar emocionalmente a su estudiante convenciéndolo de que él es importante y si la otra persona no lo valora y lo dejó, llegará alguien mejor; el universo es único y la naturaleza sabia, de ahí que cada acción provoca una reacción opuesta o igual, pero la provoca.
Compartiendo con mi amigo, concluimos que esto de la relación en pareja no es fácil en una sociedad con tantas oportunidades clandestinas y sobre todo tanta vanidad. En este cuento fue la rosa quien echó al sapo, algo que en la vida real se está viendo demasiado, lo cual ocasiona que algunos sapos (hombres), en medio de la ira por la ruptura (echada o desprecio) decidan acabar con la rosa (mujer). No más violencia, vivamos en paz con quienes quieren estar a nuestro lado y punto, los que se quieran ir que se vayan, otras personas llegarán.
Acotación: “EL más reciente boletín del Observatorio Colombiano de Feminicidios detalla que han ocurrido 417 feminicidios entre enero y junio de este año. Es decir que cada día 2 mujeres son víctimas de feminicidio en el país. Con esta cifra, el primer semestre de 2024 se ubica como el semestre con mayor índice de feminicidios, desde que se tiene registro”. Periódico El Colombiano, septiembre 11 de 2024.
“Mas no lo maté con armas, le di una muerte peor.
¡Lo besé tan dulcemente que le partí el corazón”!