“Los caminos de la vida no son como yo pensaba, como los imaginaba, no son como yo creía. Los caminos de la vida son muy difícil de andarlos, difícil de caminarlos y, no encuentro la salida”. Esta pequeña estrofa de la canción “los caminos de la vida”, me cambió la vida; al escucharla me transportó a mis propias raíces, me parece la prosa más bonita que se haya escrito, leído y cantado en vallenato, está escrita con una profundidad humana increíble. Ha calado tanto esta canción en mi vida que algunos amigos me la envían, vía celular, o la ponen a sonar cuando tenemos la oportunidad de encontrarnos. Debo confesar que me causó mucho dolor la muerte de Omar Geles, compositor de más de mil canciones, grabadas, entre ellas la que lleva el título de este artículo. La génesis de esta canción, según el fallecido artista, se remonta a la época cuando él tenía cinco añitos y, su padre se fue con la mejor amiga de la mamá, dejando 5 niños y una esposa en total abandono. Fue ahí donde la mamá, la señora Ilda Suárez Castilla, se puso a hacer empanadas y, Omar salía a venderlas por las calles polvorientas de aquel Valledupar de los años sesenta.
“Yo pensaba que la vida era distinta, cuando estaba pequeñito yo creía que las cosas eran fácil como ayer. Que mi viejecita buena se esmeraba por darme todo lo que necesitaba y, hoy me doy cuenta que tan fácil no es”. La verdad no he podido entender el afán del ser humano por crecer y envejecer, recuerdo que cuando yo era niño me quedaba perplejo viendo a mi padre frente a un espejo afeitarse, nunca me perdía ese rito; organizaba el jabón, humedecía su cara y mojaba la máquina de afeitar, que tenía una cuchilla súper afilada, era una ceremonia maravillosa y, ahí estaba yo soñando con ser grande como mi padre. Lo que nunca imaginé, como niño, era lo difícil que es vivir, no por falta de cosas materiales, sino por las dificultades sociales, la envidia, el odio y la maldad de muchas personas. Hace pocos días hice pública una frase donde dije que la vida es algo tan importante como para hablar mal de ella.
“Porque mi viejita ya está cansada, de trabajar pa’ mi hermano y pa’ mí, y ahora con gusto me toca ayudarla y por mi vieja lucharé hasta el fin. Por ella lucharé hasta que me muera, y, por ella no me quiero morir, tampoco que se me muera mi vieja, pero, qué va, si el destino es así”. No sé si otra madre batalló tanto como la mía para mantener y proteger a sus hijos, fuimos un batallón completo. Cuando ella enfermó y sus últimos años de vida los pasó en la cama, yo sentía su debilidad, cansancio y agotamiento, debo confesar que en mi conciencia quedó siempre el haber querido ayudarla y, que tuviera lo necesario, seguramente no fui el mejor de los hijos, pero, si hice lo que pude, sin competir con nadie, por compensar a mi vieja. A quienes tienen la mamá viva, solo les digo que la cuiden, que la amen y que nunca se les ocurra tratarla mal, menos golpearla. Hace pocos días alguien me contó que llevaba seis meses disgustada con la mamá, seis meses sin hablarse, viviendo en la misma casa; a mí eso me parece increíble, me partió el alma en mil pedazos saber que una hija no le habla a la mamá, increíble que eso pase, no puede ser. Lo que uno menos quiere es que se muera la mamá, debo confesar que para mí ha sido uno de los golpes más grandes de la vida, la falta que hace una madre en el seno de un hogar es invaluable. Si alguno de los que leen esta columna me acepta un consejo, solo le digo, ame a su madre por encima de todas las cosas y las personas.
“Viejita linda, tienes que entenderme, no te preocupes, todo va a cambiar. Yo sufro mucho, madrecita, al verte, necesitada y no te puedo dar; a veces lloro al sentirme impotente, son tantas cosas que te quiero dar, y voy a luchar incansablemente, porque tú no mereces sufrir más”. En esta estrofa o párrafo, como quiera ser leído, Omar Geles dejó brotar todos sus sentimientos y, sobre todo, los deseos más grandes por querer ayudar a su madre. Sería maravilloso que muchos jóvenes hoy leyeran con atención esta estrofa y pensaran en la mamá como ese ser a quien mucho le debemos, no en materialismos sino en sentimientos. Como anécdota quiero compartir que al morir mi madre y llevar su cuerpo a una sala de velación, fui a verla por última vez, confieso que por más de media hora me quedé mirando solo sus manos mientras mis lágrimas caían y se estrellaban contra el piso, yo agradecía a esas manos, porque por esas manos soy lo que soy, esas manos me arrullaron, me dieron de comer, lavaron mi ropa, me castigaron y me sostuvieron para no dejarme caer.
Para terminar, quiero decir algunas cosas, de esta, mi canción preferida, dicen los que saben que en total existen 34 versiones, es decir, interpretada por diferentes cantantes; originalmente grabada en 1993 por la agrupación Los Diablitos, Omar Geles y Jesús Manuel Estrada, siendo una de las canciones vallenatas más escuchadas junto a ‘La gota fría’. Sé que ya lo han dicho mucho, pero para mis lectores en otras latitudes, les cuento que el compositor y cantante de vallenato Omar Geles Suárez, murió el martes 21 de mayo, a los 57 años en un centro médico de Valledupar, en el departamento colombiano del César. Obvio que el destino de todos es morir, es lo único que tenemos seguro, pero qué bueno sería que algunos escritores, músicos poetas y locos no se fueran tan rápido de este plano terrenal. ¡Ah!, cuando tengan un tiempecito escuchen la canción, no la oigan, escúchenla.