La peor enfermedad mental que pueda tener un ser humano es y será la insensibilidad o la indiferencia. Como insensible se tiene aquella persona a quien se le han muerto sus sentimientos, aquel que poco o nada le importa la humanidad; y en cuanto al indiferente, del latín indifferentis, se refiere a quien no muestra interés, afecto o atracción por los demás, es alguien desconectado de la sociedad. Triste decirlo, pero, he visto muchos enfermos mentales bañados en arrogancia a quienes los demás parecen estorbarles o fastidiarles. El orgullo envuelto en soberbia y desprecio debería erradicarse de cualquier lugar donde habiten los seres humanos. Me parece increíble que, en pleno siglo XXI, haya gente que salude mirando por encima del hombro con aires de grandeza; tal vez su incapacidad mental les impida pensar y creer que en el cementerio nuestros restos mortales serán iguales.
Me vino a la mente la idea de escribir acerca de la insensibilidad y la indiferencia justo en esta época cercana a la navidad, donde todos se creen caritativos y bondadosos, cuando la verdad se vive más de apariencias que de realidades. Quienes vayan a dar aguinaldos navideños a niños, ancianos o familias pobres, deberían apagar las cámaras y abrir de verdad su corazón, porque cuando se enciende una cámara para regalar se acaba la humanidad y empieza la vanidad. Dicen por ahí “que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha”, claro, entre menos ruido mayor será el efecto de tus obras. Ofrezco excusas si esto suena a cantaleta, pero creo que debo decirlo, a veces somos tan insensibles, empezando por mí, que se nos olvida que hay seres humanos sufriendo mientras nosotros lo tenemos todo. En esta época del año a mí me da por pensar en el hambre que padecen muchas personas que se levantan y no tienen nada que comer, lo peor es que no vislumbran un alimento cotidiano.
Aterrizando, o mejor, acercando esta problemática a la ciudad de Medellín, hace un par de días leí en el Portal Infobae (Por Paula Valentina Rodríguez) y en otros medios de comunicación, las cifras de Medellín Cómo Vamos. Según los escalofriantes informes, el hambre aumentó en Medellín en un 28%, es decir, muchas personas no comen las tres comidas del día, algunos comen una sola vez al día, mientras que otros al llegar la noche se acuestan sin haber ingerido ningún alimento. Esta cifra incluso supera los niveles registrados durante la pandemia, donde el hambre azotó al mundo entero. Continúa el informe asegurando que, aproximadamente dos de cada cinco habitantes consideran que la situación económica de sus hogares ha empeorado, algo que va en aumento en los últimos meses. Más preocupante aún que el 40% de habitantes de la capital antioqueña se consideran más pobres que el año anterior. Esta situación estaría afectando principalmente a la clase media y los estratos más bajos de la sociedad. Sea la clase social que sea, lo peor es y será no tener algo para comer.
Hace ya muchos años, estando en otro cargo público, tuve la oportunidad de visitar la cárcel “Bella Vista”, la verdad me sorprendió las condiciones en que viven algunos reclusos, muchos de ellos condenados, otros sindicados y en medio de unos y otros algunos inocentes. No pretendo defender a nadie, ni menos hacer de juez, pero, que indiferentes somos con el dolor ajeno, cuantas familias tienen a alguien en condiciones infrahumanas en una cárcel, sea porque cometió un delito o simplemente por errores judiciales que lo señalan sin ser culpable. Cuántos enfermos en hospitales, cuántos habitantes de calle aguantando hambre y frío. No pretendo con todo lo anterior que nos amarguemos la vida pensando en problemas ajenos, no se trata de eso, sino de ser conscientes que la sociedad no es perfecta y que tenemos problemas que resolver.
Una insensibilidad enorme ha invadido a los seres humanos, hace poco más de un mes, la guerra que por muchos años se ha vivido en la Franja de Gaza entre palestinos e israelíes se ha reanudado. Las luces y el ruido de las bombas iluminaron las pantallas de nuestros televisores y teléfonos móviles mientras nosotros como espectadores lejanos nos asombrábamos, pero, de ahí no pasamos. Allí han caído bombas sobre hospitales, escuelas, edificios habitados, refugios, entre otros lugares. “Gaza se ha convertido en un cementerio de niños y en un infierno para todos los demás”, leí en varios periódicos esta aseveración de parte del portavoz de la Unicef. Es inimaginable la cantidad de niños que han muerto en tan solo un mes, donde más de once mil muertos han sido solo un dato. Decía un medio de comunicación que no había donde enterrar tantos cadáveres, esto porque se trata de una guerra de tierra arrasada donde los muertos salen en grandes cantidades debajo de los escombros. Qué bueno erradicar la guerra y con ella la insensibilidad e indiferencia que padecen o padecemos muchos.