La fea costumbre de los políticos estadounidenses y sobre todo los políticos en los pueblos pequeños es una constante. Nunca ha cambiado en 33 años que llevo de vida en este país.
Se trata de que nuestros candidatos, luego electos; y en su mayoría empujados y respaldados por los padrinos, siguen la misma tónica de sus mayores.
Trabajan durísimo para lograr encajar los números en necesarios en las urnas, salen hasta en medio de la lluvia, el sol y hasta en días festivos para la consabida búsqueda del votito. Luego viene la celebración que dura casi 2 años (Y recordemos que son términos de 2 años y otros de 4 años). Y cuando se acercan las siguientes elecciones para los restantes 2 o 4 años del término legal aparecen de nuevo en redes y en eventos para recalentar motores.
Luego, al cabo de los períodos nosotros los votantes de siempre, nunca hemos visto un reporte de cuentas de esos elegidos que sea publicado con la misma alaraca y escándalo que se usó para su lanzamiento de campaña y de celebración cuando ganaron.
Nunca los hemos visto en reuniones públicas con sus votantes, hablando públicamente de sus realizaciones, de las ordenanzas en los cabildos, de los presupuestos y sus objeciones o aprobaciones sin fijarse si están acordes a lo que los votantes tienen derecho o si a los votantes les conviene; de los proyectos de ley en curso o de aquellos que sus padrinos y endosadores les indican como votar o que proponer en sus respectivos distritos, wards o legislatura, ya sea en el estado, o en los municipios y juntas.
Esas decisiones que nos afectan cada día, cada tiempo de legislar, o de ordenanzas, o de presupuestos presentados por los alcaldes y su personal de administración ante los concejales, en los diferentes cabildos del municipio, en las diferentes legislaturas de los estados y en las cámaras en Washington; esas son las verdaderas cosas que a quienes elegimos les obliga compartir con los votantes.
No es compartir las campañas, las biografías, la vida familiar, los viajes. El votante necesita una rendición de cuentas programática, el tiempo vuela y ni nos damos cuenta que hacen en sus términos.
No, nunca ha habido tiempo para contarnos de sus aprendizajes, incluso con la tecnología que nos abraza y nos apabulla a milésimas de segundo, ni siquiera esa tecnología ha servido para difundir ese trabajo realizado o esas decisiones tan inteligentes que toman por nosotros; por que son aprendices de políticos, y muy pocos se han fogueado lo suficiente como para decir que pasan al siguiente escalón con experiencia propia. Nadie puede ejercer con la experiencia de otros o viéndolos solamente. Es necesario tomar tiempo y aprender los oficios y profesiones con idoneidad, no solo con actitud, es tiempo y eso no lo quieren invertir. Quieren subir y nada más.
No, no ha habido tiempo para contarnos de sus aprendizajes, de sus alineaciones con otros viejos de mar de la política, de sus prácticas de cada posición.Ya que en los últimos 10 años cuando la campaña de nuestros emergentes candidatos latinos rezaba 10 para el 2010 y luego otra 20 para el 2020, nos mostraba el camino para los iniciados de nuestra segunda generación latina y de muchos líderes en la política norteamericana y no ha habido tiempo para evaluar a muchos. Unos quedaron en el camino quemados otros chamuscados y otros siguen y se olvidaron de como empezaron.
Para verlos en acción hay que asistir a los diferentes cuerpos colegiados en las respectivas audiencias públicas. Allí solo vamos si es que tenemos que buscar una licencia para negocio, o si está en peligro nuestra propiedad o incluso para escuchar sin derecho muchas veces a opinar, por que no conocemos muchas de las reglas de participación en las agendas; o por que no se habla el idioma. Incluso, de milagro a veces vamos para escuchar pupitrazos (Decisiones de velocidad) a veces sin un consenso con la comunidad a la que representan. Leyes que tendremos que acatar ya que hay términos y plazos que cumplir y no hay tiempo para discusiones en concejos y legislaturas; y mucho menos con un público ignorante en eso de las leyes de este país, de milagro se conocen algunas de los países de donde venimos.
Cosa muy común en nuestros pueblos del sur del continente donde los votantes son solo una mulada para llevar la carga y no para conocer de lo que hacen en nombre de nuestro voto. Ni sabemos cual es la carga de impuestos, presupuestos, empréstitos (Nueva deuda) y nombramientos (Nuevos empleos administrativos) que cargamos en cada año presupuestal.
La representación en la política norteamericana parece que no contempla ese derecho del elector a ser consultado o de ser informado de los ejercicios para los cuales les elegimos. Tuve la oportunidad en una ocasión en el cabildo de Central Falls años atrás de atreverme a preguntar por que no se hacían reuniones con los votantes en sus “wards” (Sectores electorales) y un ex-administrador de no sé que departamento de la ciudad me dijo que no era necesario, que para eso se nombraba representantes, para que nadie tuviera que estar en esos menesteres. Agregó que eso era propio de comunistas. Desde ahí me enteré por qué nunca nadie de los que elegimos se digna comunicar, difundir o compartir de sus realizaciones, de sus proyectos de ley. He visto con contadas excepciones que según le convenga al elegido, hace público uno u otro proyecto que pasa a ser ley o que es parte de un proyecto conjunto con otros concejales o legisladores.
O cuando es proyecto u orden de un alcalde y los concejales se alinean con el y no con el votante necesariamente. Eso es otra historia.
Hace algunos años apenas nadie se atrevía a preguntarle a los políticos anglosajones, italianos, irlandeses, portugueses, sirios, por una rendición de cuentas de sus gestiones; todo por que pocos hablábamos su lengua y por que ellos ostentaban el poder como faraones e imprimían miedo. Hoy, cuando el idioma Español se pavonea por los recintos de las oficinas del poder público representados por la nueva generación, pocos de ellos bajan al pueblo para hablar ya no en tono de candidatos o de mandos medios, si no en tono de informadores. No es un compartir, es informar lo que conviene y eso depende de que tan amigo seas.
No sé si eso se llama falta de respeto al votante, falta de trasparencia, falta de honestidad, ética o incapacidad de ejercer cargos públicos junto a los que los elegimos. O una lealtad a los padrinos de arriba que les dicen: “Así no se hace, si lo haces se te cae el piso.”
Los medios de comunicación, las redes sociales son quienes ventilan aquellos aciertos o desaciertos de los oficiales electos, es una intermediación que no siempre es la que necesitamos, muchas cosas no se dicen y los votantes no piden reportes de lo que se hace en las reuniones de concejo, cámara, o congreso sería bueno que llegaran a conocer las decisiones que en los recientes años se hicieron por nosotros.
Aunque los salarios (Llamados “Allowance”) de algunos servidores públicos locales electos son pírricos, no más de 15 mil dólares al año para concejales, no más de 30 mil dólares para representantes a la cámara del estado y unos cuantos dólares más para senador estatal eso no quiere decir que no es dinero de impuestos de todos. Recuérdenlo. Además de beneficios de salud y oportunidad de cotizar para su retiro, a más de oportunidad de continuar en la puerta giratoria de los empleos si no se quiere continuar en el servicio público como electo.
O si no, analicemos bien, en el único círculo donde la pandemia no tocó fue en los empleos de elección popular y en los trabajos de la función pública. El estado es el mayor empleador. Si tenemos oportunidad de acceder a este tipo de trabajo, mal llamado servicio público, hagámoslo. Si tiene las calificaciones, solicite y puede que lo obtenga. Pero si es de elección popular, ejerzámoslo con ética, responsabilidad y procuremos rendir cuentas de la gestión que se prometió hacer. Sin temor de que se sepa cuando hubo equivocaciones y cuando hubo aciertos.