Por: Jeff Theodore
Traducción: Jhon Cardona
Jeniece Gonzalez es una digna representante de la valentía y coraje de la mujer latina; quien el pasado mes de mayo obtuvo su diploma en psicología de Rhode Island College, y hoy se alista para asistir a la escuela de posgrado William James College en Massachusetts, lo cual le sumará ventajas significativas a su carrera profesional.
“Quiero retribuir trabajando como psicóloga escolar en una comunidad desatendida”, dice González con voz segura y audaz. “Espero marcar la diferencia para alguien que posiblemente haya estado en mi lugar”.
González cree que, en 2006 con tan solo 16 años, un psicólogo escolar le habría sido de gran ayuda; cuando era una joven que estaba embarazada, empobrecida y en un momento dado estuvo sin hogar.
“Ser una madre adolescente fue muy difícil”, recuerda. “Me valía del padre de mi hijo para sobrevivir. Mi mamá me echó de la casa, fue su estilo de crianza para mostrarme cómo crecer. No me lamento de que haya hecho eso porque he podido salir exitosa”.
No obstante, sus desafíos le enseñaron muchas lecciones. Asistió a las citas de obstetricia y ginecología por su cuenta y tuvo que aprender un curso intensivo de educación financiera y presupuesto. Después de un intento fallido de mudarse a Buffalo, Nueva York, González regresó a Providence para co-existir en una vivienda pública con la familia del padre de su hijo, un lugar infestado de cucarachas y sin servicios públicos, de donde fueron desalojados, quedando con su hijo sin hogar y sin ningún lugar adonde ir.
Para ella, quien había crecido en un entorno de clase media, estar sin hogar durante tres meses fue una gran revelación.
“La experiencia de la falta de vivienda me hizo sentir humilde y me permitió comprender cómo las personas pueden verse en ciertas circunstancias en sus vidas”, dice. “Vi cómo las familias pueden no tener recursos o no saber cómo o dónde obtenerlos. La percepción en el mundo es que las personas sin hogar son vagas, pero eso no es correcto. Es mucho más complicado”.
Después de separarse del padre de su hijo, la madre de González le dio fondos para el depósito de un apartamento. En ese momento, ella, quien obtuvo su diploma de escuela secundaria a través de un programa alternativo, era una madre soltera que trabajaba en Subway, una tienda de sándwiches.
Gracias a su dedicación, pasó a trabajar a Citizens Bank, donde desarrolló una exitosa carrera en la industria bancaria y de hipotecas durante una década, pero no era feliz. Fue a través de las luchas de su hijo con el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) que encontró su vocación, después de presenciar los esfuerzos de una psicóloga escolar para ayudar a su hijo.
“Sé que solo estaba haciendo su trabajo, pero me hizo muchas excelentes recomendaciones a modo de ayudar a mi hijo a tener éxito en la escuela”, dice González. “Ella me proporcionó tantos recursos y libros para ayudarme a aprender sobre el TDAH porque no tenía idea de dónde buscar. Fue esa persona que intermediaba entre la maestra y yo; hacía más de lo que debía”.
Esa conexión con la psicóloga inspiró a González a seguir sus pasos. Viendo en si misma el potencial para ayudar a aquellos padres de comunidades hispanas desatendidas, que pueden tener percances con el idioma y que no logran obtener ayuda para sus hijos.
Durante su tiempo en RIC, González hizo una pasantía como especialista en salud conductual en Bradley Hospital y actualmente es especialista en comportamiento en el aula en Bradley School North de Cumberland, donde sus deberes diarios incluyen llevar a cabo regímenes terapéuticos y mantener datos de comportamiento de los estudiantes.
Lillian Torrado, tía y madrina de González, dice que no tiene dudas de que su sobrina, que ahora tiene 32 años, tendrá éxito en todo lo que se proponga.
“Ella es directa y no tiene problemas para articular lo que quiere; defendiendo sus creencias”, dice Torrado. “Ella pasó por momentos difíciles cuando era una niña y creo que eso la hizo más fuerte”.
Para González, contar con el apoyo de Torrado la ayudó a navegar a través de la adversidad. Cuando era madre adolescente, leyó lo fácil que era para las mujeres jóvenes de minorías abandonar la escuela secundaria y fracasar.
“Saber eso me empujó a motivarme y ser la diferencia para mi hijo”, dice González, quien ahora está comprometida y tiene dos hijos de 15 y nueve años. “En el camino sentí ganas de rendirme, pero ese sentimiento también me motivó. Espero que mi historia pueda ayudar a otras personas a ver que todo es posible, aunque tú mismo debes hacer el trabajo. Sé que todavía tengo mucho camino por delante”.