Francisca García, de cuarenta y ocho años, ha luchado arduamente por llegar a este momento y poder caminar por el escenario del auditorio de graduación para recibir su diploma como trabajadora social.
SU TRAYECTORIA
En 1999, Francisca llegó al Bronx, Nueva York, desde su natal Ecuador, con un bebé de seis meses en brazos y llena de ilusiones. Vino para vivir con su padre, a quien no había visto en muchos años; pero esa larga separación provocó una barrera entre ella y la familia de su progenitor. Dos años más tarde, se vio obligada a irse de ahí con su hijo aun pequeño y una bebé de cinco meses.
Mientras deambulaba por las calles de Nueva York, se le acercó una mujer quien le sugirió ir a Rhode Island, diciéndole que ahí tendría mejores posibilidades de encontrar ayuda.
“Vine a Rhode Island en 2001”, dice Francisca. “Yo no hablaba inglés y no conocía a nadie. Cuando llegué, el taxista me llevó a una comisaría. Allí, buscaron a alguien que hablara español para que les explicara a que había venido”.
Por un tiempo, ella y sus hijos vivieron en un albergue, donde pudo darse cuenta de los muchos contratiempos que las personas que estaban ahí debían aguantar.
Vio a mujeres y niños pasando hambre, chiquillos llorando porque no querían estar allí; esperando meses y meses para recibir algún tipo de ayuda, que demorarban aún más, debido a la barrera del idioma. Además, experimentó acoso sexual por parte de algunos hombres con problemas de drogadicción que se refugiaban ahí. Y cuenta, que en aquel entonces solo había una trabajadora social que hablaba español.
Alimentar a sus hijos era una odisea cotidiana. “Teníamos que salir del refugio a las 6 a.m. y para conseguir comida debíamos dirigirnos a una despensa de alimentos en el centro de Providence,”, dice ella. “En ocasiones teníamos que esperar todo el día, hasta que alguien donara comida para poder alimentarnos. Ya en la noche me devolvía para el refugio. Esa era nuestra rutina”.
Tiempo después, gracias a una trabajadora social (la única que hablaba español), Francisca y sus hijos fueron trasladados a una vivienda de transición.
Todos aquellos sucesos la hicieron querer dedicarse a estudiar. “Ver cómo era esa situación en el refugio, y como esa trabajadora social, podía ayudar a mejorar la vida de las personas que estaban ahí, fue lo que a mí me motivó a aprender el inglés y seguir una carrera en trabajo social”, dice.
Ya en la casa de transición, Francisca pudo salir a buscar trabajo y así poder ver por sus hijos; y aunque muchas veces fue rechazada por no tener una casa estable, ella no desistía. En alguna ocasión mientras estaba sentada en la zona de comidas del Providence Mall, una mujer que trabajaba en el lugar, la ayudo con la solicitud de empleo y poco después empezó a trabajar manteniendo limpias las mesas y el piso.
SU OPORTUNIDAD
Después de que sus hijos empezaron la escuela primaria, se decidió a tomar clases de inglés. Cuatro años más tarde, obtuvo su GED (equivalente al diploma de escuela secundaria) a través del Programa Nacional de Diploma Externo (NEDP por sus siglas en inglés). Luego se inscribió en CCRI en los programas de certificación de asistencia de enfermería y servicios sociales, antes de obtener un título como técnica en trabajo social en mayo del 2019.
Para el otoño del mismo año, Francisca realizó el proceso de transferencia a Rhode Island College y así especializarse en trabajo social.
Dice ella, que el tiempo como estudiante en RIC le ha dado el conocimiento que requería para ayudar a los más necesitados. “Ahora siento que puedo motivar a las personas y ayudarlas a crecer, valorarse y creer en sí mismas”, dice Francisca. “Mi trabajo es con abuelitos, y la mayoría son hispanos, ahora puedo servirles yo de interprete a ellos.”
Francisca elogia a sus maestros y compañeros de clase de RIC, por el gran apoyo que le han brindado y por nunca haberse sentido discriminada. Y agradece aquellas ayudas que ofrece la institución como el Centro de escritura, que la socorría con sus trabajos académicos, y Learning for Life, que le proporcionó fondos de ayuda en un momento en el cual más lo necesitaba.
SU ORGULLO
Ahora que la ceremonia de graduación está cerca, García está feliz de ver que sus hijos han seguido sus pasos. “Le he mostrado a ellos lo importante que es la educación. No quiero que pasen por lo que yo pasé”, dice. “Mi hijo mayor tiene 24 años y es Licenciado en Negocios y Finanzas de URI, mi hija mayor se graduó de RIC en Psicología y mi hija menor está terminando la escuela superior y también irá a la universidad”.
Francisca no solo ha logrado obtener un título como trabajadora social, sino que ya ha sido aceptada para cursar una Maestría en Trabajo Social en la misma institución.
Sus hijos y toda su familia en Ecuador, especialmente su madre, se sienten muy orgullosos de lo lejos que ha llegado gracias a su resiliencia, empuje y deseo de superarse.
“Mirando hacia el pasado, veo cómo ha cambiado mi vida. No tenía hogar, no sabía inglés y no tenía los recursos necesarios.” Y concluye, “Ahora, deseo continuar mi educación para poder ayudar a aquellas personas que podrían encontrarse en la misma situación en la que yo estuve”.