Quienes me conocen saben que disfruto caminar y montar en bus de servicio público, para mi son los espacios propicios para pensar e hilvanar ideas y pensamientos que luego trato de traducir en escritos como este.
Por todos lados donde pasaba veía el ambiente decembrino, había alumbrados, música, pólvora y algunos se notaban felices tomando licor, vi pesebres y arbolitos de navidad al igual que serpentinas de múltiples colores.
Al subirme al bus, el señor conductor tenía la radio a alto volumen en una emisora guapachosa donde sonaba “Cantares de navidad” de Rodolfo Aicardi y Los Hispanos, de inmediato me detuve en la letra de la canción que evocó mi niñez y, todo el día un pedacito de aquel canto triste taladró mi cerebro. “Navidad que vuelve, tradición del año, unos van alegres y otros van llorando.
Hay quien tiene todo, todo lo que quiere, y sus navidades siempre son alegres, hay otros muy pobres que no tienen nada, son los que prefieren que nunca llegara”. Con toda sinceridad hago saber que siento un respeto inmenso por la forma en que cada uno vive su navidad y, no entiendo como algunos juzgan y tratan mal a quienes no nos gustan las festividades de fin de año.
De mi parte tengo claro que la navidad ha sido y será siempre una, pero, las realidades muchas y muy diferentes, cada ser humano la vive a su manera y en ocasiones como las circunstancias del día a día se lo permita. Lo cierto es que mientras unos esperan ansiosos, con alegría y entusiasmo la navidad y el año nuevo, otros quisieran borrar del calendario ese mes aciago que solo les trae recuerdos tristes arrugándoles el alma.
No podemos pensar que estas fiestas las viven todos de la misma manera, no, mientras que en algunas familias la abundancia y el derroche serán sus compañeros, otros pasarán en medio de la pobreza, no tendrán con que comprar tan siquiera un simple dulce para sus hijos, menos un aguinaldo.
Me dirán de todo, amargado, resentido, desengañado, pero, pienso mucho en los niños pobres que no tienen comida y menos la esperanza de un juguete en esta navidad, también llegan a mi mente los ancianos olvidados en el último cuarto de la casa o abandonados en un asilo.
Mi sensibilidad me lleva a pensar que no es lo mismo disfrutar las fiestas decembrinas en pleno goce de la libertad que estando preso en la cárcel, alejado de amigos y familiares, algunos culpables, muchos inocentes; igualmente sufren quienes pasan nochebuena y año nuevo en un hospital, ya sea enfermos o cuidando a un ser querido.
Esta navidad no faltará quien o quienes pasen tristes al estar alejados de sus familias, y no por vivir lejos sino por problemas que los distancian. Es triste saber que primos, hermanos y hasta padres con sus hijos no se dirigen siquiera una mirada, menos una palabra, pasan rozándose hombro con hombro como si fueran extraños.
No pretendo posar como predicador, no es mi oficio, pero, que bueno que el respeto por las realidades ajenas salga a flote y que nadie se crea con autoridad para juzgar la forma en cómo vive el otro la navidad, ahora, lo mejor sería la reconciliación familiar, el encuentro fraterno entre amigos y el compartir sanamente.
Quiero reiterar el respeto por aquellas personas que no gusten de la navidad, sus razones tendrán, algunos porque en su niñez vivieron alguna experiencia no grata que los marcó, otros porque no tuvieron quien les inculcara el ambiente festivo, algunos más por haber tenido la pérdida de un ser querido en medio de las festividades, y muchas razones más.
Mi intención en estas líneas no es posar de aguafiestas sino transmitir un mensaje de respeto por los gustos y los placeres ajenos, quienes no disfrutamos la navidad, debemos respetar también toda manifestación de alegría y gozo de quienes bailan y ríen.
Escribiendo estas líneas el hipocampo cerebral me recuerda las navidades de mi niñez, cuando en un barrio faldudo barríamos y aseábamos las calles llenándolas de cadenetas con plásticos de múltiples colores, era la época de los vecinos y no de los copropietarios, los buñuelos rodaban de mesa en mesa y la natilla abundaba.
Para terminar, quiero dejar esta acotación, las saturnales eran las fiestas o celebraciones que hacían los antiguos romanos para solemnizar el renacimiento del año, cuando se cumplía el solsticio de invierno.
Sobre esas fiestas paganas, los cristianos y concretamente san Francisco de Asís inventó la navidad como ese momento de encuentro y regocijo con el otro, un momento de entrega y amor mutuo.
Hoy, la navidad con su sentido comercial y múltiples estridencias poco a poco fue perdiendo ese sentido religioso y volviéndose algo más comercial. Viva como viva cada quien la navidad lo importante es el respeto y saber ser feliz a su manera en medio de la diferencia.
“Honraré la navidad en mi corazón y procuraré conservarla durante todo el año”
-Charles Dickens