Corrían los primeros días del mes de enero de este año que comienza, y, me llamó un amigo a preguntarme cómo había pasado en las fiestas de Navidad; con sinceridad le respondí que poco gustaba de tantos festines y alborotos, siendo esta época, para mí, propicia para descansar y leer. Le devolví la pregunta a mi amigo y me respondió que había pasado solo, muy solo, en compañía de su perro. Después de escuchar su relato le prometí escribir un cuento con el título “mi perro y yo”. Siendo muy mermadito para esto de los computadores y las redes sociales, empecé a escudriñar que decía la gente del año nuevo y, cuáles eran sus expectativas; no encontré nada nuevo, lo mismo de todos los años anteriores, promesas y promesas en las que predomina la idea del gimnasio, viajes, casa y carro… entre muchas cosas más. Me llamó la atención que nadie prometió, este año, sumergirse en el mundo de la lectura, no encontré alguien que dijera prometo este nuevo año leer, no, la lectura no fue un propósito para casi nadie, al menos eso pude percibir. Triste realidad.
La verdad soy muy respetuoso de los gustos de cada quien, esto porque en mí rige un principio básico y es que “cada persona es feliz a su manera”, eso sí, sin hacer mal a los demás, que mi felicidad no atropelle ni le cause daño a nadie, eso es lo correcto. Digo esto porque algunas mujeres están pensando, como propósito del nuevo año, agrandar sus senos, ensanchar sus nalgas, achiquitarse la nariz y muchas otras cirugías más; en cuanto a los hombres algunos tienen como propósito ir al gimnasio para demarcar sus músculos y hacerse más atractivos. ¡Maravilloso!, eso me parece bien y estoy de acuerdo con que las personas piensen en su belleza y en la forma de cómo agradar mejor a sus semejantes, lo malo para mí es que no piensen en cómo crecer intelectualmente, el cerebro también necesita ejercitarse y el mejor gimnasio cerebral es un buen libro. Insisto somos libres para buscar la felicidad, pero, que bueno sería que después de pensar en lo físico nos preocupáramos también por lo intelectual.
Mi propósito, indiscutiblemente, para este año que empieza será conocer nuevos autores y que sus textos me transporten a saberes que hoy abrigan mi ignorancia; aspiro a leer a mi ritmo, que la lectura sea cada vez un goce, algo placentero, nunca una imposición. Precisamente en estos días un amigo me preguntó acerca de los índices de lectura, quería saber mi opinión, de inmediato le respondí que las cifras en ventas que difunde la Cámara Colombiana del Libro no corresponden a la realidad de lo leído, esto porque mucha gente va a las ferias del libro, compra libros y no los leen; una cosa es comprar y, otra muy distinta leer. Me quedé pensando en el tema y concluí que en verdad estamos leyendo muy poco y lo poco que leemos lo hacemos por obligación; cuando alguien se gradúa en la universidad termina con un montón de documentos (fotocopias, PDFs), cuadernos y agendas cargadas de notas que nunca más se vuelven a leer; me surgió entonces la pregunta, ¿quién vuelve a leer las notas, libros o documentos que leyó en la universidad? Si no provoca leerlas es porque no fueron buenas, digo yo, y, lo más grave aún se leyeron por obligación, no por placer.
Algún día escuché decir que a los libros hay que hacerles el amor y que la lectura es un acto de amor, haciendo una analogía pienso que el fracaso de algunas parejas es cuando hacer el amor se convierte en una obligación y no en algo hermoso y placentero, las cosas que obligan no se disfrutan, insisto, leer debe convertirse en el acto más placentero de todo ser humano. Leer debe ser un goce, un disfrute página por página encontrando nuevas ideas. Siempre he dicho que “a quien lee se le nota”. Qué bueno que todos tuviéramos como propósito leer, pero, que alcaldes, gobernadores y demás dirigentes pensaran en crear planes de lectura, promoviendo bibliotecas y los clubes de lectura. Claro está, que promover la lectura no da votos, de ahí que a ningún político le importe, ni vea conveniente que la gente lea, esto porque quien lee piensa y si piensa se vuelve peligroso para el sistema. Recurriendo nuevamente a las analogías quiero decir que no existe “arma más peligrosa que los libros”, ellos se han convertido en ese bastión que mantiene vivo el conocimiento y saca a quien lee de la ignorancia.
Mi invitación, a propios y extraños, es leer a nuestro Nobel de literatura, Gabriel García Márquez, volver a leer “Cien años de soledad”, “El coronel no tiene quien le escriba”, “Crónica de una muerte anunciada”, “Del amor y otros demonios”, “Memoria de mis putas tristes” y muchas obras más, es un verdadero placer. Quienes no se han acercado a la obra de Gabo, no alcanzan a imaginar la riqueza literaria que encierra en cada una de sus obras; con la humildad de alguien que le gusta la lectura, les digo lean, así sea poco, pero lean.
Coda: Alguien me dijo que una de las formas para determinar qué tan mermada es una sociedad, es saber cuánto licor consume y sus adicciones al internet, redes; Tik Tok, Facebook, Instagram y otras más…